thirty

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Maratón: 3 / 3.

–Vale, nunca me dijiste por qué terminaste con Ann-Kathrin. O sea, dijiste algo de que tenían diferentes proyectos pero no me lo creo– tragó la pizza y suspiró.

–La engañé– empecé a toser frenéticamente de la sorpresa, y tuvo que pasarme un vaso de coca-cola para que me estabilizara.

–Disculpa, ¿qué? ¿Cómo que la engañaste? ¿Estás bromeando?– negó con la cabeza–. Entonces, ¿por qué mierda debería escuchar tus consejos amorosos?

–Porque tú amas a Zoe, yo no amaba a Ann-Kathrin– rodó los ojos–. Lamento que haya dicho que somos gay, es su venganza, totalmente.

–¿No la amas? ¿Y por qué demonios estabas con ella?

–La amé, creo, pero al parecer ya no siento lo mismo– se encogió de hombros y sacó otro trozo de pizza.

–Dios, ¿quién eres tú y qué has hecho con el correcto de Mario?– rió.

–¿Quién eres tú y qué has hecho con el mujeriego de Marco? Digo, estás enamorado de una mujer con la que no querías nada más que lo de siempre.

–Touché– rodé los ojos–. Mañana los Reus la van a conocer.

–Demonios, ustedes sí que van rápido– bromeó.

–Ojalá no la conocieran bajo estas condiciones– suspiré–. Todas las noches me pongo a pensar qué hubiese pasado si no hubiera decidido que estaba harto de ella. No habría tenido el accidente y ahora estaríamos felices.

–Eso nunca lo sabremos– susurró y asentí–. Piensa positivo, el destino los trajo de vuelta, y si no fuera por eso seguirías sin saber que la amas y que debes recuperarla.

Mario era la persona más positiva que conocía. Para él todo tenía un lado bueno, y prefería ver el vaso medio lleno en vez de medio vacío. Creo que esa era una de las razones por las que éramos amigos, nos complementábamos, yo era el peor pesimista y él el mejor positivista.

Nos quedamos dormidos en el suelo, lo cual no fue muy bueno para mi espalda. Despertamos a las once de la mañana, aunque no me preocupé, le había dicho a mamá que llegaría a la cena a eso de las ocho, y a Zoe la pasaría a buscar a las siete treinta.

Al llegar a mi casa Jenell estaba durmiendo en el sofá. La cubrí con una manta, ya que estaba destapada y debían hacer unos cinco grados. La chica tenía un problema o un trauma con su cama, creo que podía recordar más veces en las que se quedó dormida en el sofá, en la alfombra y en la ducha que en su propia cama. La comprendía, sus horarios eran bastantes exhaustivos.

No tenía idea de con quién iba a pasar la navidad Jenell, según lo que sabía no hablaba con sus padres desde que ella confesó ser lesbiana, y me había dicho en más de una ocasión que no mantenía contacto con su hermana desde hace mucho. La había invitado a pasarla con mi familia, pero lo rechazó rotundamente, clamando que era un evento familiar y que se sentiría extraña en una mesa rodeada de extraños. Sentía un poco de lástima por su condición familiar.

Gustav pasaría la navidad con su hermana y su madre, siempre habían sido ellos tres solos, nunca le pregunté sobre su padre pero por lo que tenía entendido era un abusivo golpeador y la madre de Gustav había logrado escapar de él. Emery se iba a New York, pero volvería para pasar año nuevo aquí, eso me lo había dicho Zoe.

Mario tomaría un avión por la tarde a Múnich y allí lo recogerían sus padres, para manejar hasta Memmingen. Hace un par de años me invitó a pasar la navidad con él, pero tuve que declinar la oferta. Su familia me agradaba muchísimo.

Estuve un par de horas en casa no haciendo nada hasta que decidí arreglarme, quería verme bien para que mis padres no pensaran que estaba teniendo crisis existenciales casi todas las semanas, porque honestamente, mamá podía ser molestosa cuando se lo proponía. Dieron las siete y cuarto y fui a buscar a Zoe a su piso, hace un par de días había planeado en llevarle un ramo de flores, pero con lo que me había dicho creo que sería mejor no hacerlo. Ella no quería mis atenciones.

Toqué el timbre y miré mis zapatos, chequeando que estuvieran bien lustrados. Oí el sonido de unos tacones y Zoe abrió la puerta, subí la mirada, desde sus piernas –que se veían asombrosas– hasta su cara. Se veía maravillosa.

–¿Cómo me veo?– preguntó tranquila.

–Creo que sabes la respuesta– murmuré y me acerqué para que se afirmara de mi brazo–. Te ves hermosa, estoy segura que eres la mujer más linda de Dortmund esta noche.

No esperé que mi comentario le causara algo, pero vi que sus mejillas se pusieron un poco rojas, y no era el rubor. Bajó la mirada con una sonrisa y mi pecho se infló con orgullo. Se sintió como un avance.

En el coche le conté un poco sobre mi familia, para que no llegara sin saber nada a la cena. También repasamos lo que íbamos a decir sobre nuestra relación, y creo que lo había dicho tantas veces que hasta me creía la historia, o mejor dicho, me gustaría creer que la historia era real.

Llegamos a la casa de mis padres y tomé la mano de Zoe al notarla un poco nerviosa. No me esperaba que se pusiera nerviosa, para ella esto era parte de su trabajo, se suponía que yo debía ponerme nervioso, pero estaba segurísimo de que mis padres amarían a Zoe tanto como yo, era imposible que no lo hicieran.

Toqué la puerta y fue mi hermana a abrir la puerta, cargaba a Nico en sus brazos. Mi sobrino de inmediato se puso inquieto al verme.

–¡Nico! ¡Calma!– le dijo Yvone riendo.

–¿Cómo está mi sobrino favorito?– abrí mis brazos y él prácticamente saltó a ellos.

–Soy tu único sobrino, tío Marco.

Se me había olvidado que mi pequeño sobrino era un sabelotodo.

–Yvone, Nico, esta es Zoe. Zoe, estos son mi hermana Yvone y mi sobrino Nico– besé la mejilla de Nico y este rió.

–Es un gusto conocerlos– Zoe extendió la mano a Yvone y esta la aceptó.

Pasamos y Nico se soltó de mis brazos para afirmarse en las piernas de Zoe, ella me miró totalmente sorprendida, y yo estaba en iguales condiciones. Le había dicho que Nico al principio era muy tímido y que no confiaba en las personas de inmediato, pero al parecer Zoe le había gustado de inmediato. Debía admitir que ver a Nico junto a Zoe me hizo pensar en que ella sería una estupenda madre, pero saqué la idea de mi cabeza de inmediato.

En el comedor ya estaban mamá, papá, Melanie y los esposos de mis dos hermanas. Todos se quedaron mirando a Zoe por unos segundos, pero no podía culparlos, era una modelo, y como ya le había dicho, se veía absolutamente hermosa esa noche.

–¡Marco! La cena está casi lista– sonrió mi madre–. Y esta es...

–Familia, Zoe. Zoe, esa es mi madre Manuela, mi padre Thomas, mi otra hermana Melanie y los esposos de Yvone y Melanie, Evan y Hector.

–Es un gusto conocerlos a todos– sonrió como solo ella sabía hacerlo.

Cenamos mientras Zoe hablaba con todos, y podía asegurar que la amaban. Poco a poco Zoe recuperó su confianza y fue tan encantadora como siempre. Podía notar que Melanie tuvo el ceño fruncido casi toda la cena, pero lo ignoré.

Me levanté para ir al baño, y cuando estaba saliendo de este, Melanie me detuvo.

–¿Qué pasa?– pregunté.

–¿Cuánto tiempo llevas con Zoe?

–No mucho, ¿por?– sacó el móvil de su bolsillo y me mostró la pantalla.

–Entonces, ¿qué mierda es esto?

Era una foto mía junto a Zoe, del 2014, el día que fuimos a la cena de negocios de sus padres. Santa mierda.

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Cliffhanger al 100%
Espero que les haya gustado, las leo el domingo

Let her go // Marco ReusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora