epilogue

1.1K 57 27
                                    

Recorrí todo el centro de Dortmund en busca del anillo, pero ninguno me convencía del todo. ¿Cómo encontrar algo simple, lindo y que le gustara?

Entré a una joyería bastante cara –ella no podía saber que era cara– y me acerqué a la dependienta.

–¿Necesitas algo?

–Estoy buscando algo para una chica– la dependienta sonrió coquetamente–, mi novia, y si las cosas salen bien, futura esposa.

Su sonrisa cayó, pero me dio igual. No me podían importar menos otras chicas cuando tenía a mi Zoe.

–Supongo entonces un anillo de compromiso– asentí. Quería reírme ante su monótona voz al notar que yo no quería nada con ella

–Así es. Le gustan las cosas simples– empezó a buscar entre los anillos y a mostrármelos, justamente vi uno perfecto–. ¡Ese!

Le pedí matrimonio una semana después, en nuestro aniversario. Ella dijo que sí, luego de eso me desmayé y eventualmente fuimos a casa a tener nuestra celebración a solas.

Muchas veces le dije que no tenía que recuperar la memoria, que podíamos crear nuestros propios recuerdos, buenos recuerdos, donde ninguno de los dos éramos unos idiotas. Y así fue.

–Vale, llegó el momento– murmuré frente al espejo–. No me gusta el traje... ¡Mario!

–¿Qué pasó?– preguntó entrando.

–¡No me gusta el traje!– chillé–. ¡No me puedo casar con esto! ¡Me veré feo al lado de Zoe!

–Marco, el traje está perfectamente bien.

–Ahora que lo dices... sí, me veo bien– suspiré–. Necesito hablar con Auba.

–Iré por él– rodó los ojos-. Espero que el día de mi boda seas tan servicial como yo.

–Claro que sí, Mario. Ahora ve por Auba– rió y me hizo caso–. Dios, quiero vomitar.

Estaba seguro de querer casarme con Zoe, fue lo que esperé por mucho tiempo, pero de todos modos estaba nervioso. ¿Qué pasaba si se me olvidaban los votos o se me caía el anillo o me caía yo o me desmayaba? Dios, estaba aterrado.

Auba llegó casi de inmediato.

–¿Qué ocurre?

–Gracias– dije sincero. Frunció el ceño.

–¿Por qué?

–¿Recuerdas cuando me quitaste el móvil para enviarle un mensaje a Zoe y luego me dijiste que te lo agradecería luego?

–Siendo franco contigo: no.

–Vale, el día llegó. No estaríamos aquí si no fuera por eso– rió.

–¡Te vas a casar! Es que no lo puedo creer, ¿cómo mierda pasó esto?– me encogí de hombros. Jenell entró.

–¿La viste?– pregunté esperanzado y ella asintió–. ¿Cómo se ve?

–Créeme: se te va a caer la baba, y quizás la bragueta. ¡Tiene un liguero y todo!– jadeé... eso sonaba genial.

Sí, mi lado pervertido había vuelto más fuerte que nunca, ¡pero era Zoe! Ella podía vestirse con una bolsa de basura y yo seguiría babeando y siendo un pervertido.

–Llegó el momento– Zo entro. Se veía muy linda, y mi ahijada y sobrino se veían adorables.

–¡Se ven muy lindos!– les apreté las mejillas a cada uno.

–¡Tío Marco, Nico me dio un beso!– acusó Lara, Nico solo se encogió de hombros.

–Quería hacerlo.

Let her go // Marco ReusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora