eighteen

1.2K 65 16
                                    

–Y eso fue lo que pasó– dije al terminar de contarle la historia a Auba, que estaba con los ojos y la boca extremadamente abiertos.

–Marquito, ¿te drogaste?

–¡No! Apuesto a que si logramos sacárselo de forma sutil a Marc te dirá lo mismo que yo.

–¿Sacarme qué?– ambos no sobresaltamos y volteamos a ver como Marc nos miraba frunciendo el ceño.

–T-Tu secreto de belleza, no lo sé– fue lo primero que se me ocurrió.

Mierda Reus, estás loco, e idiota.

–¿Qué secreto de belleza? ¿De qué hablas?

–Hay rumores de que tienes un secreto para gustarle a todas las chicas y mi amigo el perdedor quiere saberlo, está un poco desesperado– Marc mantenía su ceño fruncido, y no lo culpaba, Auba me estaba haciendo parecer un... ni siquiera sé qué impresión estaba dando.

–Marco, ¿eres gay?– solté un grito sorprendido y Auba estalló en carcajadas.

–¿Qué? ¡No!

–Si eres gay no es para avergonzarte...

–No soy gay– lo fulminé con la mirada y lancé una pelota bien lejos solo para ir a recogerla.

Maldito Marc Bartra y su hermana, sobre todo esta última. No había podido pegar un ojo la noche anterior sabiendo que Zoe Jenssen estaba realmente cerca de mi casa, y que además no recuerda ni una mierda de mí. Para ella ahora soy un compañero de equipo de su hermano lo suficientemente agradable para ir a buscarla al aeropuerto, no el chico con el que miraba películas y con el cual tendría sexo.

Casi me caigo de espaldas cuando vi en las gradas a Zoe junto a Melissa, la novia de Marc, aunque fue peor cuando vi lo que Zoe estaba usando. Era, por decir poco, bastante revelador, algo que la Zoe que yo conocía no usaría en un millón de años. ¡Además casi era invierno! ¿Acaso no tenía frío usando eso?

–Se te cae la baba idiota– murmuró Bürki que pasaba por mi lado–. Aunque, vaya, sí que está buena la hermana de Marc.

Bien, debo admitir que ese comentario me enfadó un poco, ¿quién demonios se creía para decir eso de Zoe?

–Buena, pero también fuera de límites–
canturreó Julian que también se unió a nuestro trote–. Marc lo dejó excesivamente claro.

–¿Le dijiste buena? ¿No estás casado?– preguntó sorprendido Roman, Julian rodó los ojos.

–Tengo novia, no estoy casado. Y no le dije buena, solo repetí lo que tú dijiste.

Iba tan distraído que choqué con una espalda, la de Mario, específicamente, que parecía tan ensimismado mirando a Zoe como yo. ¿Es que acaso a todos los babosos les gusta ahora? Pues adivinen, a mí me gustó mucho antes que a todo el resto, así que jódanse.

–Lo siento– me disculpé toscamente y seguí trotando.

Auba se me acercó alarmado y sorprendido.

–¡No estabas drogado!– señaló disimuladamente a Zoe.

Pasamos un par de horas más entrenando hasta que Tüchel nos dio libre. Almorzamos en conjunto y justo me tocó estar sentado frente a Zoe. La suerte nunca había estado de mi lado.

–Así que, Zoe, ¿qué piensas estudiar?– le preguntó coquetamente Roman. Este quería que Marc lo matara.

Esperaba que Zoe respondiera incómoda, o que se sonrojara, qué sé yo, algo típico de Zoe, pero en vez de eso rió, también coquetamente. ¡Estaban flirteando los descarados!

Let her go // Marco ReusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora