twenty three

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Maratón: 1 / 3

No me molestaba que pensaran que era gay, la verdad me daba igual, no era un insulto, así que no tenía por qué enfadarme. Lo que me molestaba era que difundieran información falsa para obtener fama, y que además la gente lo creyera como la verdad absoluta solo porque una persona lo aseguró me calentaba la cabeza todavía más.

–Me voy– gruñí y de inmediato salí de la casa de Marc.

Al día siguiente, cuando iba camino al entrenamiento, sentía que todo el mundo me observaba. Algunos se detuvieron en la calle a entregarme su apoyo y otros solo me miraban mal. Pronto, mi supuesto romance con Mario se volvió un tema relevante a nivel nacional, y cada vez que encendía la televisión estaba en las noticias.

Decidí que no me alejaría de Mario, creo que eso solo lo haría peor, porque no solo los noticieros tendrían una razón de creer que estábamos ocultando nuestra relación, sino que además muchas personas podrían creer que era un maldito homofóbico.

Los periodistas se esmeraron en ir cada día a mi casa y a la suya a ver si podían captar una buena toma que avalaran las declaraciones de Ann-Kathrin, el acoso llegó a tal punto que era fotografiada hasta cuando iba a comprar leche al supermercado, y me estaban sacando de mis casillas, pero lo peor era que si reaccionaba iba a quedar como el villano de la historia.

Un viernes por la noche me tiré en el sofá junto a Jenell, harto de la situación. Los últimos días ella me había propuesto un par de ideas, pero eran demasiado arriesgadas y no sabía qué hacer.

–¿No paran?– negué con la cabeza.

–No quiero que me molesten, pero si reacciono de manera violenta tendrán otra razón para joderme. ¿Qué mierda se supone que haga?

–El suicidio parece como una opción– la fulminé con la mirada–. Perdón, tu cabello rubio me hizo creer que eras Tommen Baratheon... o Lannister.

–Ni ganas de hacer referencias a Game of Thrones tengo– suspiré.

–Wow, sí que estás mal– acarició su barbilla, pensando–. ¿Qué podríamos hacer en esta situación?

–¡No lo sé! He pensado en todo lo humanamente pensable, pero demonios, esto es demasiado para mí.

–No tan solo para ti, Mario debe estar en iguales condiciones, o quizás incluso peores, después de todo fue su ex la que dijo todas esas cosas. Debe doler que alguien en quien depositaste tu confianza vaya por la vida difundiendo mentiras tuyas, ¿no?– asentí, dándole la razón–. Lo mejor que puedes hacer es ignorar la situación y esperar a que deje de ser tan relevante para todos esos hambrientos de pelea.

–Dios Jenell, siempre tienes la razón, te amo– tomé su mano y la besé múltiples veces, ella puso cara de asco.

–No estoy interesada, gracias.

–Lo estabas hace dos años– soltó una carcajada.

–Dios, se me olvida que nos conocimos de esa forma, ¿no deberían ser incómodas las cosas entre nosotros?

–Se supone, pero escapamos de la regla– me encogí de hombros–. Además, no creo que significó nada para ninguno de los dos.

–Sí, tienes razón... ¿vemos una peli?

–Tengo ganas de ver El Lobo de Wall Street– saqué el cd y lo inserté en el dispositivo.

El Lobo de Wall Street era una de esas películas que podría ver un montón de veces sin aburrirme, me encantaba a ese punto. Obviamente cada vez que la veía recordaba la oportunidad en que la vi con Zoe, era inevitable, ella había marcado mi vida en maneras inexplicables, y cada mínimo detalle me recordaba a ella. Incluso si quisiera avanzar sin ella, no creo que pudiera, y prefiero que para ella sea solo un extraño a no tenerla para nada cerca.

Let her go // Marco ReusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora