thirty five

749 45 5
                                    

El 15 de Enero era el cumpleaños de Marc y Zoe. Dos semanas pasé ignorando a quien me hablara, a excepción de Jenell, Zo, Mario, Gustav y Auba. Dos semanas en las que me cuestioné hasta mi propia existencia.

Creo que la razón por la que estaba evitando a Zoe era porque no quería cortar lo nuestro para siempre, mantenía la esperanza de que ella entrara en razón y quisiera estar conmigo, pero eso no iba a pasar. Me costó entender, pero ahora sabía que no podía cambiar a las personas ni mucho menos lograría hacerla amarme. Ella estaba en un capítulo diferente de su vida y yo tan solo necesitaba cerrar el anterior, antes de que me doliera todavía más.

Para el 15 de Enero habían organizado una megafiesta en casa de Marc, y había decidido asistir solo para terminar de una vez por todas con el asunto. Ya había hablado con Paul para romper el contrato, y a regañadientes se vio obligado a aceptar. De todas formas no me importaba su opinión, hasta estaba pensando en despedirlo.

Las dos semanas que pasé alejado de todo me di cuenta de que yo realmente había cambiado. El Marco Reus del 2014 habría sido un completo idiota con respecto al tema de Zoe, probablemente se hubiese ido a acostar con diez chicas para superarla, pero yo era diferente ahora, ahora iba a recurrir al método totalmente contrario: iba a estar solo. Creo que necesitaba darme tiempo a mí mismo para estar dispuesto a amar a otra chica sin destruirla por completo a la espera de que regresara. Si bien no me merecía a Zoe merecía felicidad, quería creerlo al menos.

Le compré regalos a Marc y a Zoe, a Marc le tenía algo de ropa y a Zoe una cadena de plata. Era un regalo típico, pero, ¿qué más daba? Después de ese día no la volvería a ver en mi vida, probablemente.

Le iba a decir que yo era el hombre del que estaba enamorada, y no me refería a una arrogante forma de explicarle nuestra situación presente, sino que hablaba de nuestro pasado.

Sonaba como una decisión cuestionable, pero ella tenía que saberlo de mí, antes de ver una foto nuestra vieja o de que se lo contara Emery, sus padres o alguien más. Quería que supiera por mí y que el dolor que sintiera al ver su cara de incertidumbre me sirviera de lección, para nunca hacerle algo similar a otra chica o a cualquier persona. Creo que dentro de las decisiones cuestionables entraba en la categoría de medianamente aceptables.

Era un Sábado, el día anterior al cumpleaños de Zoe y Marc, cuando Jenell entró exaltada a mi habitación, sin siquiera poder hablar.

–¡La encontré!– fue capaz de articular. Fruncí el ceño.

–¿Qué cosa? Supongo que no una dignidad– ignoró mi comentario y saltó a tomarme de la mano, luego me arrastró hasta la salida–. ¡Hey! ¡Cálmate mujer!

Me subió a mi coche y vi que en la parte trasera estaba Zo, con la misma cara que yo.

–¡Maneja!– gritó Jenell apenas entró al auto.

–¡¿Y a dónde mierda quieres que vaya?!

Puso su celular frente a mí, este tenía la dirección y el camino por donde llegar. Me extrañé al notar que era un estudio fotográfico.

–¿Qué mierda? ¿Te quieres sacar unas fotos bonitas o qué?– nuevamente ignoró lo que dije, al parecer estaba muy ocupada arreglando su apariencia frente al espejo de pasajero.

Miré a Zo por el espejo retrovisor y se encogió de hombros, indicándome que no tenía ni idea de qué le pasaba. Nunca había visto a Jenell tan emocionada y nerviosa, pero era una persona totalmente opuesta a mi amiga.

Cuando estacioné el coche se bajó rápidamente y nosotros solo atinamos a seguirla. Maldita sea, era rápida.

Entró sin pedir permiso y buscó con la mirada. Ni siquiera entendía qué estaba buscando, pero continuamos siguiéndola, hasta que se detuvo frente a una maquilladora, quien estaba arreglando a una modelo.

Let her go // Marco ReusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora