thirty six

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Desperté a las seis de la madrugada por los gritos de dolor de Zo. Me costó reaccionar, estaba algo desorientado por el sueño, pero cuando lo hice salí corriendo de mi habitación hasta llegar a la suya.

–¿Zo? ¿Qué pasa?

–N-No sé, ayuda a que me levante– hice lo que ella me pidió, luego escuché un ruido extraño–. Mierda. Se me rompió la bolsa.

–¡¿Qué?! ¡No! ¿Eso es malo? ¿Qué significa?

–¡Que va a nacer!– gritó y yo me exalté.

–¡¿Va a nacer?!

–¿Qué tanto gritan los dos?– murmuró Jenell somnolienta–. ¿Qué es eso? ¿Es agua?

–¡A Zo se le rompió la bolsa!– exclamé.

Jenell gritó, fuerte.

–D-Demonios, ¡¿puede alguno de los dos ayudarme y llevarme al hospital de una vez por todas?!– Zo gimió de dolor.

–Jenell, toma sus cosas– ella asintió y yo cargué a Zo. Estaba pesada–. Vale, vale... ¿qué tenemos que hacer ahora?

–Hay que dejarla en la parte trasera y manejar hasta el hospital, creo. ¡Zoe, no me entrenaste para esto!

–¡Les diré la verdad, no me importa una mierda cómo llegamos al hospital, pero apresúrense!

Las mujeres en pre-trabajo de parto eran particularmente agradables y delicadas.

No sé cómo lo hicimos para llegar al hospital, fue caótico: Zo gritando a todo pulmón sobre su dolor y lo estúpidos que éramos, Jenell tratando de calmarla para que no me atacase y no produjera un choque y yo tratando de manejar siguiendo las leyes del tránsito, porque cada vez que me detenía por un semáforo en luz roja, Zo me gritaba que era un idiota y que me apresurara. Creo que violé el límite de velocidad, pero eso había sido menos peligroso que Zo así de enojada.

Apenas llegamos se la llevaron. Estaban esperando a que se dilatara, por lo que nos dijeron. Jenell y yo llamamos a Mario, Auba y Gustav para que fueran a brindarnos apoyo moral después de la violencia verbal que habíamos sufrido... bueno, en realidad para que vinieran a ver a Zo. Auba era el que más experiencia tenía con niños y partos, claro está.

Llegaron absolutamente somnolientos. Fue una escena algo graciosa: cuatro chicos y una chica en pijama esperando noticias de una chica de 24 años embarazada, y ninguno de nosotros era el padre.

–¿Por qué tarda tanto?– preguntó impacientemente Jenell.

–Están esperando a que se dilate diez centímetros, pero les digo que el proceso puede durar hasta diez horas, ya que Zo es madre primeriza– habló Auba con experticia–. Lo mejor es que se sienten pacientemente a tomar un café.

En efecto, tuvimos que esperar alrededor de siete horas hasta que Zo estuvo lista para el parto. Jenell entró con ella, y el doctor salió casi una hora después. Lara nació a las dos de la tarde con tres minutos.

Todos pasamos a verlas. Lara era una pequeñita y delgada niña, y tal como cuando toqué la panza de su madre el día anterior, encendió mi instinto sobre-protector. Lara podría no tener un padre, pero yo iba a ser el mejor tío postizo que hubiera deseado.

Así fue como el día 15 de Enero pasó a ser el cumpleaños de Marc, Zoe y la pequeña Lara Müller.

Jenell se quedó en el hospital con Zo, el resto de nosotros fue a casa a dormir para luego ir a la fiesta de Marc y Zoe. Me desperté a eso de las ocho y empecé a arreglarme.

Estaba nervioso, ¿cómo no estarlo? Se iba a acabar todo entre nosotros y eso me aterraba, ¿qué haría ahora que no tendría a Zoe? Empezar de cero nunca había sido lo mío, creo que eso estaba comprobado, no era normal pasar dos años sin ser capaz de tocar a otra chica porque yo mismo la había cagado. Quizás debería haberme olvidado rápido de Zoe y esto no estaría pasando.

Let her go // Marco ReusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora