Capítulo 31.

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Meses después

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Meses después

La vida de una persona podía cambiar por completo de la noche a la mañana en cuestión de segundos, era algo que Braxton Abbruzzi tenía muy claro. A sus 30 años, a poco de cumplir sus 31, era un hombre responsable y entregado a sus hijos. Era alguien de muy pocos problemas, en realidad nunca causoó de más. Era el hijo mayor, sobre quien caían algunas decisiones todo el tiempo, pero sabía sobrellevarlas.

Hacía un año y varios meses ya, le arrebataron una parte de su corazón, una parte que nadie esperaba arrancar de él, pues siempre iba a pertenecerle. Sin embargo, su vida dio un giro de 180 grados cuando abrió las puerta de su casa a Samantha Brown. Nadie creería que después de todo, aun cuando él se rehusaba, iba a permitir entrar a alguien más en su corazón, pero lo hizo, y ahora veía los frutos de ello. En ocasiones lucía como un tonto enamorado... más bien, casi siempre.

Samantha ya no trabajaba para ellos. Desde que había comenzando la universidad, gran parte de su tiempo la pasaba estudiando. No significaba que no se siguieran viendo, al contrario, lo hacían mucho más seguido. Pasaban tiempo juntos e incluso, cuando Braxton no podía ir a por sus hijos a la escuela, ella lo hacía por él. No habían formalizado nada hasta ahora, pues la chica seguía tomándolo todo con calma. Pero ese día ella tendría que darle una respuesta, porque él le había organizado algo especial. Con el pasar del tiempo entendió que la pequeña de ojos cafés que entró a su casa hacía unos meses era la persona con la que quería estar en ese momento ¿Y por qué no?, toda la vida. A él no le daba miedo el compromiso o el "para siempre". Cuando se comprometía con algo, en este caso con alguien, le era fiel hasta el final, porque no conocía otra manera de demostrar respeto, cariño y amor que esa.

Era algo que planeó durante meses con sus hijos. Fue un poco duro debido a que Sam pasaba todo el tiempo en casa, pero lo hacían algunas noches cuando esta se iba temprano por cualquier cosa que necesitase. Ella lo estaba haciendo bien también. Ahora había conseguido un trabajo bastante rentable gracias a William Isori, quien antes de irse a Londres le dejó muchos de los cuadros que pasaron muchísimo tiempo con él de arriba abajo. Con ello había conseguido un lugar bastante bonito y cómodo en Seattle donde mostraba las pinturas como exposición, algunas eran compradas, otras no. Sin embargo, ella amaba aquello, aunque aún no se iba del lugar donde vivía, ese que a Braxton le ponía los pelos de punta.

Su relación era sana. No hubo encuentros íntimos entre ellos más que besos o abrazos, principalmente porque Samantha le dejó claro desde un principio que ella quería esperar hasta el matrimonio. Eso a él no le importaba, podría vivir sin intimar de manera sexual con otra persona. En ese punto de su vida lo que realmente le importaba era el compromiso que la otra persona tuviese para con él y sus hijos, y ella era increíble en eso.

En cuanto el timbre de la puerta sonó, sabía que era ella. Los niños no se encontraban en casa, pues se habían ido a almorzar con su abuela, Renata, quien estaba unos días en el país para terminar de saldar unas cuentas de la empresa. Ella se había ido hacía algunos meses y tomó por sorpresa a Braxton, quien en el fondo reconocía que Samantha sabía un poco de aquello aunque nunca se lo hubiese comentado.

UNA NIÑERA PARA MIS HIJOS |LIBRO #1|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora