Tarde. Así iba Samantha corriendo. Había olvidado completamente que otra vez tenía que ir al instituto. Una semana después de su entrevista había recibido una llamada, y un día después, ella lo había olvidado de nuevo. Había salido en pijamas. Debía llevar los últimos papeles antes de las 10, y ya eran las 9:30. Hoy le dirían si pasaba o no. Si lo lograba iba a bailar como loca sobre una mesa, claro que solo le faltaría la mesa, porque con su pijama de princesas y sus pantuflas de garras definitivamente no le faltaba mucho para parecer una demente.
—Señorita, creo que nos vamos a retrasar unos dos minutos de más, ¿importa?. —La pregunta del chico la asustó. Iban tarde y faltaba mucho, pero ya estaba montada en el auto, no había marcha atrás. Dijo que no con la cabeza mientras él la miraba.
Una vez llegó al instituto bajó como una loca con los papeles en la mano. Al entrar se dio cuenta de que el lugar estaba lleno. Lo que menos quería era tener los ojos de todo el mundo en ella, sin embargo, no podía hacer nada hoy cuando ella era el foco. Por lo menos llevaba su chaqueta negra favorita, una que había encontrado en rebajas. Mientras todos cotilleaban sobre su ya muy demostrativa ropa, ella simplemente los ignoró, esperando en la fila para entregar los papeles que faltaban. Dio las gracias al cielo porque al llegar, aunque era un poco tarde, había una fila de personas que al igual que ella venían a entregar papeles.
El instituto era gigante, ella lo había conocido la semana pasada con pura felicidad luego de la entrevista. Aunque, de igual manera, Samantha ya lo conocía como la palma de su mano. Durante dos años intentó entrar, pero al parecer no era lo suficientemente buena para el instituto. Sin embargo, eran muy pocas las veces en las que ella dejaba que le dijeran que no era lo suficientemente buena en algo. Samantha amaba el arte e iba a estudiar en ese instituto sin importar qué. Después de un estudio amplio, de visitar varios lugares, de mirar desde su ojo crítico a los artistas que tanto admiraba, lo había logrado. Era la oportunidad de su vida.
Al llegar, la chica en la recepción le pidió los papeles mientras movía algo en la computadora. Samantha no pudo evitar escuchar la acalorada conversación que se estaba llevando a su lado por dos jóvenes mujeres.
—Tú querías un trabajo, ese puede ser un buen trabajo. —La chica desconocida hablaba rápidamente con la otra. —Además, es un hombre millonario, y está viudo, así que está libre el camino. Pagarán bien y solo son dos mocosos. Puedes vivir con ello.
—¿Y tú crees que me prestaría atención? —La pregunta de la otra chica hizo que sin querer Samantha sintiera pena por ella. No lograba entender por qué muchas mujeres pensaban solo en el dinero o en la atención que un hombre podría darles.
—Absolutamente, amiga, eres preciosa. Te das un aire a su esposa muerta, quizás crea un fetiche contigo. —"Qué horror", pensó Samantha.
—Está bien, ¿cuándo son las entrevistas?
—Mañana, mira, anota la dirección. —Samantha tomó su celular para anotar la dirección. Lo hacía principalmente porque era una oportunidad de trabajo. Había estado buscando uno durante estas semanas y no había recibido llamada de ningún lugar. También lo hacía porque definitivamente esos niños no se merecían una malvada chica como esa. Si no obtenía el trabajo, pues estaría bien, pero lo intentaría. —Dicen que son unos niños bastante mimados, lo normal con las familias con tanto dinero. Te deseo suerte, amiga.
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UNA NIÑERA PARA MIS HIJOS |LIBRO #1|
Chick-LitUna historia llena de ternura. Llena de sacrificios. Llena de amor. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. -1 Cori...