Prólogo

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Nunca se espera perder a las personas que amas,

Aun cuando el viento te lo haya dicho,

Aun cuando la vida lo recordase con cada paso que dieses.

Lo único igual a la vida es la muerte, y de ella,

Nadie se salva.


Dolor. Eso era lo único que podía sentir Braxton ahora. Él sabía que aceptar la muerte no era fácil. También sabía que vendrían momentos difíciles, pero nunca esperó que el presenciar el entierro de su esposa le doliera tanto. Durante dos días enteros, mientras todos iban a su casa a dar las condolencias, él estuvo todo el tiempo en su cuarto, pensando de todo; pensando si su oración no era tan escuchada como la de los devotos; si creer en un ser divino valía la pena después de esto; y pensando en la vida más allá de la muerte. Porque él esperaba que Camille, donde quiera que estuviese, debía estar dejándose ver como el maravilloso ser que era. El cielo podía estar de fiesta, pero él estaba de luto. Más que un luto de color o de silencio, uno de corazón.

No sabía cómo iba a encontrar las fuerzas para poder hablar unos minutos antes de que ella fuera finalmente llevada bajo tierra, donde solo en cenizas quedamos; donde no importa realmente quién fuiste o qué hiciste, a quién le diste felicidad o a quién se la quitaste, porque llegamos al lugar en el que todos terminamos siendo iguales: el cementerio. Él solo pedía que donde quiera que ella estuviese, fuese un lugar como el cielo, de otro modo, nada lo ayudaría a seguir con todo eso porque sabía que no le quedaban fuerzas.

Sus hermanos se encontraban a su lado. No sabía qué sería de su vida sin ellos en estos momentos. Basile había sido el más fuerte para él. Su conexión con Camille era como la de cualquier cuñado, la quería por hacer feliz a su hermano y por regalarle sus sobrinos. No significaba que no doliera, lo hacía, pero no de la misma manera como podría dolerle a Braxton, eso era obvio. Bibi sí era toda lágrimas. Camille fue su amiga mediante crecía. Le enseñó a maquillarse, protocolo, etiqueta, incluso a coquetear con los chicos. Aparte de eso, le enseñó a ser una mujer decidida, cuando en muchas ocasiones se volvía voluble. Como a nadie, esto la tenía rota. Pero tenía que apoyar a su hermano, y eso era lo que hacía, junto a Basile, mientras estaban a su lado en este momento tan difícil.

Braxton tomó el micrófono cuando el padre dejó de hablar y le cedió la palabra. El lugar estaba lleno. Había camarógrafos, algo que a él le molestaba, pero realmente no estaba decidido a obligarlos a marcharse. El mundo solía ser cruel en muchas ocasiones Las mujeres sollozaban con pañuelos en sus narices y gafas negras que ocultaban sus ojos rojos debido al llanto. Los hombres se mantenían serios, algunos con mucho dolor, y otros simplemente mirando a la nada. Sería difícil para él hacerlo, pero definitivamente lo haría. Se lo prometió una vez, y cumpliría con su palabra, como siempre lo hacía.

­­ —Buenas tardes. —Su voz su voz se quebró, así que tomó un respiro antes de comenzar a hablar—. Gracias por estar aquí hoy. No es fácil. Sé que muchos no han estado en mi lugar, y tampoco lo deseo. Les doy infinitas gracias por acompañarme hoy en uno de los momentos más difíciles de mi vida. —Sacó un papel de su bolsillo, ahí posiblemente tenía su último adiós—. Camille, sé que nunca me vas a perdonar el que esté hablando en tu funeral mientras leo un papel. Recuerdo bien que una vez, de la nada, juntos en la cama antes de dormir, me pediste que si morías, yo dijera las palabras desde mi corazón, y así tú también dirías las mías si fuera el caso contrario. Pero no fui capaz porque sabía que iba a terminar mucho peor de lo que ya estoy. Por eso las escribí, para recordarme que por cada letra que lea, tengo la responsabilidad de terminar de decir las palabras, de terminar de hablarte a ti, porque aun después de fallecida, sé que todavía me escuchas. Sé que amabas recitar a Sócrates y hacías comentarios jocosos con su "solo sé que nada sé". Hoy está claro que me podría volver un filósofo para ti, porque solo sé que nada soy sin ti. Te lo llevaste todo. —Tomó un suspiro mientras veía cómo las demás personas comenzaban a llorar de nuevo.

      >> Me pregunté toda la noche cómo iba a ser capaz de resistir aquí, pues la verdad no lo estoy resistiendo, nunca lo haré. Todos conocieron a Camille, la mujer más genuina del planeta. Sin embargo yo conocí a la mejor, la transparente, a la que no le decía que no a nada. Yo conocí a la ruda, a la fuerte, a la que solo sabía dar amor para sus hijos y educarlos para ser lo mejor; a la salvaje... Yo tuve la dicha de conocer lo mejor y lo peor de ella. Y aunque no lo crean, fue lo peor de ella la parte que más amé. Me dejaste lo mejor de este planeta: nuestros hijos, Sandy y Bradley, quienes me han llenado de preguntas como "¿dónde está mami?" "¿mami regresará?" "¿ya mejoró?"... No sé cómo seré capaz de decírselos, cada vez que comienzo a decir la letra "M", lo único que hay son lágrimas. Nunca me esperé verte partir. Me esperaba seguirte teniendo mientras los niños rodaban en la cama, o mientras me decías que el trabajo iría bien al día siguiente; mientras hacías ese café que te quedaba tan mal pero que olía tan bien. Esperaba tener otro hijo, o dos, o más. Eras mi principio y mi final. Ahora no tengo nada. —Braxton guardó el papel en su bolsillo de nuevo.

    >>Todos están aquí porque representaron algo para ella, porque significaron algo en su vida, o porque simplemente la amaron de la misma manera que yo lo hice. Camille, antes de partir quiero recitar para ti el poema que escribí en la primera cita que tuvimos, porque después de ese día supe que ibas a ser todo para mí. —Miró al cielo para evitar las lágrimas. "Solo falta un poco", pensó, "unas palabras más"—. Me habría encantado ir al mar, a relajarme, a pensar, pero todo eso ha cambiado, porque lo único que quiero es ver tu cara al despertar. Por siempre tuyo, Braxton.

Se movió hasta donde estaba su hermano y su hermana, quienes lo abrazaron sin decir una palabra, algo que él agradeció, pues ya no quería pronunciar ni una más. Las lágrimas que esperó que salieran no lo hicieron. Solo se quedó ahí, mirando, hasta que comenzaron a bajar el ataúd. Y solo cuando el primer puñado de tierra fue lanzado, las lágrimas de Braxton comenzaron a surgir sin parar.

Al terminar el entierro, Braxton volvió a su casa, entró a su habitación, y no salió nunca más. No pensaba hacerlo. Allí tenía todo: sus hijos, más el recuerdo de su ahora ausente esposa.


UNA NIÑERA PARA MIS HIJOS |LIBRO #1|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora