Capítulo 16.

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—Les pido a ambos que se comporten el día de hoy

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—Les pido a ambos que se comporten el día de hoy. No sé por qué mi madre sigue dejándome a cargo de ustedes si ya tienen 18 años, deberían sentirse avergonzados de que tenga que traerlos a mi trabajo esta mañana —expresó Samantha con repulsión. Su padre había decido seguirle el juego cuando le dijo que les quitara los computadores, y les había quitado sus celulares también, por lo que la madre de los pequeños Brown sabía que dejarlos solo era una bomba de tiempo para que acabaran con ellos, o con la casa. Y era algo que su hermana mayor sabía, aunque siguiera quejándose por tenerlos hoy en el trabajo.

—Si te hace sentir mejor, mamá nos levantó a desayunar a las 6 de la mañana —comentó Loras, quien se encontraba limpiando sus gafas. Pame, por su parte, estaba con cara de pocos amigos. Llevaba el cabello amarrado en una coleta alta y gafas color rojo. Samantha vio a su hermana, que se encontraba con los brazos cruzados mirando a la lejanía mientras iban en el carro.

—Tienes las gafas rojas, eso significa que estas rabiosa. ¿Se puede saber por qué? —Desde que a los mellizos les diagnosticaron miopía a los diez años, Pame se rehusaba a usar los lentes, por lo que Samantha había inventado una forma de que los usara, aunque la idea le salió un poco cara. La chica se acostumbró a ello, y con respecto a su estado de ánimo, a la ropa que llevara y los lugares a los que iba a ir, así usaba las gafas. Al igual que como cualquier chica normal coleccionaba gafas de sol, la chica coleccionaba gafas de prescripción. Las rojas significaban rabia.— Lo siento, ¿bien? No pensé que nuestros padres se fueran a tomar en serio lo de quitarles los computadores, y no esperaba que les quitaran los celulares también.

—Samantha, eres la hija consentida de nuestros padres, la única que no le causa problemas o incomodidades. ¿Sabes qué significa eso? que si les dices que se corten el brazo, ¡ellos van y se lo cortan! —exclamó con fiereza. Loras le tomó la mano y comenzó a sobar sus nudillos con el dedo. Era algo que desde pequeños hacían para cuando se encontraban en situaciones que les generaran muchas emociones, independientemente de sus personalidades, eran muy unidos. Samantha miró a su hermana.

—Lo siento. No soy la hija consentida, a todos nos quieren por igual y si es por el teléfono, toma el mío, no tengo ningún problema con que lo tengas todo el día, solo no estés todo el día rabiosa conmigo, ¿bien? Odio cuando hacen eso. —Aunque Samantha era pequeña y en ocasiones era muy despistada, conocía bien a sus hermanos y les quería mucho.— Tengo internet, buena señal y buenos juegos. —Le sonrió a su hermana mientras esta comenzaba a reír.

—Solo espero que tu jefe me enseñe algunas técnicas nuevas sobre el fútbol americano o no solo explotaré tu celular, explotaré todos los de este vecindario, incluyendo el de tu jefe.

—¿Por qué jamás me has preguntado sobre fútbol a mí? Soy tu hermano, te recuerdo —comentó Loras, peinándose un poco el desorden de cabello que tenía.

—Tú sabes de fútbol como yo sé de etiqueta y protocolo —respondió la melliza.

—No sabes nada de eso.

UNA NIÑERA PARA MIS HIJOS |LIBRO #1|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora