La vida había tratado a Camille y a Braxton de maravilla. Les había dado un fuerte hogar para dos, uno para tres en realidad. Dos años después de su matrimonio, uno bastante feliz, una nueva vida comenzaba a crearse en el vientre de la hermosa Camille, una vida que cambió el rumbo de sus planes. Ella no podía bailar más por su embarazo, pero había aprendido a ligar sus asperezas con su amor y excitación por la nueva vida que llevaba adentro. El embarazo fue toda felicidad, lleno de muchos cuidados, mimos, risas y amor. Camille no podría haber pedido un mejor embarazo. Su vida como esposa avanzaba de maravilla, era como ese rol de mujer que se quería en cada casa, tan sobria como podía y tan dulce como quería; era esa pisca de perfección que todos pedían, y si pensaban que ya era hermosa, su embarazo la puso aún más, ganándose miradas de todos los que la vieran pasar. Dichosos los ojos que podían verla y admirarla, porque ella era de esas chicas por las cuales valía la pena voltear. Era una obra de arte a donde quiera que iba.
Fue una mañana soleada cuando los dolores de parto comenzaron a pasarle una mala jugada. Sabía que en cualquier momento eso iba a pasar, pero como toda madre, nunca se está preparada para romper fuente. Daba gracias que estaba en su casa, en su comodidad. Braxton aún no se había ido a trabajar, por lo que al salir del cuarto y encontrarla llamando a emergencias la alertó.
—¿Qué ha pasado? —preguntó llegando hasta ella y sosteniéndola. Los dolores seguían amenazándola.
—Nuestra hija está a punto de nacer. —habló ella, tratando de guardar la compostura lo más que podía.
— ¿Ahora? ¡Oh por Dios, esto es genial! ¡Seré papá! —Braxton era un chico aún, emocionado por su primogénita y las maravillas que tenía preparado para mostrarle mientras crecía. Su esposa trató de sonreirá frente a su felicidad, aunque el dolor no la dejara.
—Mi amor, eso es genial, pero no tanto para nosotras. Duele muchísimo. —comentó Camille, tomándolo del brazo de nuevo.
—Te está haciendo daño, ¿vas a estar bien? Llamaré a mis padres y a los tuyos. Dios, sacaré el auto. —Alarmado, el pelinegro comenzó a moverse a todos lados tratando de ayudarla, algo que no logró, porque solo la puso mucho más nerviosa. Aunque ella, en su nerviosismo, aún podía calmar a su esposo de la mejor manera posible.
—Brax, la ambulancia ya viene ¿bien? Vamos a calmarnos, como dijo el instructor de yoga. Respira, vamos a traer al mundo a nuestra pequeña bebé y el dolor se hará más fuerte pero no me matará. No llames a nadie hasta que estemos en el hospital. —Esas fueron las palabras mágicas para que él se calmara. La ambulancia se escuchó fuerte, y él corrió a abrir la puerta. Uno de los camilleros llegó para ayudarla. Hoy serían papás.
La llegada al hospital fue tan caótica como alguna vez se podía imaginar. Braxton había recordado muy bien cuando nació Basile, su hermano, y nunca olvidaría el nacimiento de la pequeña Bibi. Pero esto era completamente diferente para él, pues en este caso él era quien estaba esperando a su hijo.
No se separó ningún momento de Camille, algo que ella agradeció, y que las enfermeras amaron, pues contaban que la mayoría de los padres se ponían nerviosos y no aparecían. Pero él definitivamente tenía claro que debía estar aquí, que lo quería. El doctor entró a examinar a la rubia, estaba lista para traer a su primer hijo al mundo. Ahora el chico entendía cómo estuvo su hermano hacía un año, cuando trajo al mundo a su sobrina Alessandra. Le indicaron todo lo debido para ingresar al quirófano, y entonces tomó ese momento para llamar a sus padres, para que ellos se encargaran de correr la voz.
La llegada de un niño al mundo significaba una bendición, una nueva manera de felicidad y una nueva oportunidad para entregar el corazón. Desde que somos pequeños esperamos muchas cosas en nuestra vida, el tener un hermano o una hermana, el que los abuelos sean para toda la vida... Pero hay un ciclo para cada ser humano. Nadie puede cambiar lo que la tierra tiene predispuesto para ti. Los esposos Abbruzzi esperaban su mayor fortuna.
Eran las 3 pasadas de un hermoso día en Seattle, cuando una nueva integrante de la familia dio su primer lloriqueo. A Braxton, como a toda persona, el llanto de los bebés lo ponía histérico, pero esta vez lo puso feliz, porque aquel llanto era la muestra de que su primogénita había nacido sana; con 3kg, unas mejillas rosadas y el pelo rubio platinado. Una nueva vida había nacido en el hospital, una nueva vida llamada Sandy, su primera niña, su nuevo amor.
La enfermera la aseó y luego el gran momento llegó. La bebé fue entregada a la madre, quien, entre lágrimas, comenzó a jugar con sus manitas mientras las besaba. Ella le pidió a su esposo que se acercara para que entre los dos compartieran el momento más esperado de todo padre, el fruto de su perfecto amor.
—Es preciosa, mira Brax, se parece mucho a ti. —habló Camille, sonriéndole a su esposo, quien estaba completamente ido en su pequeña. —Eres papá. Cárgala, ven. —Ella fue un puente de ayuda para que su pequeña niña llegara a los brazos de su padre. La bebé efectuó un movimiento torpe, tratando de mover sus manitas, lo que hizo al chico sonreír entre lágrimas. Nunca se esperó un momento como este. Estaba tan feliz.
—Mi pequeña Sandy.
—Tu pequeña, nuestra pequeña —habló Camille, haciendo que Braxton se acercara de nuevo para ambos admirar a su bebita.
—Te amo —susurró el chico, dejándole un beso en las sienes a su esposa.
Un año después, siendo Sandy la pequeña y dulce bebé de su hogar, alguien nuevo llegaba a hacerle compañía, a hacer de su vida tan especial como podía. El destino le dio un hermanito, uno con quien podría jugar, con quien podría pelear. Además tenía un hombro para llorar si alguna vez lo necesitaba en el futuro.
Los hermanos son estrellas, son deseos llenos de amor que se hacen realidad. Un hermano podría enojarse contigo pero difícilmente te daría la espalda. El amor de cualquier persona no iba a ser tan puro como el de la familia, o como el de un hermano. Eran pequeños rayos de sol que llegaban a tu vida para cambiarla y hacerla más divertida, tanto como podían. Sus padres estaban felices de darle un nuevo hermano a Sandy, porque no había como una compañía para ella. Braxton lo sabía, él tenía tres hermanos, los cuales habían sido su dolor de cabeza por un tiempo, pero eran sus grandes amigos en todo momento. Camille, por su parte, no podía decir lo mismo, pues era hija única. Pero así como no tuvo un hermano de padre y madre, tuvo a sus primas. Ellas eran sus hermanas, su compañía.
A las 9 de la noche, en la bañera de la habitación principal, en toda la paz de su hogar, con algunas enfermeras ayudando, el segundo hijo de los Abbruzzi Isori nació, dándole a la familia entera otra felicidad. Además de darle a su primer hijo varón, quien fue nombrado como su abuelo paterno, Bradley. La felicidad que tenía Braxton, y no solo él, Sandy también, no se comparaba. "Ahora no serían dos contra uno", pensó el mayor de los Abbruzzi. Ahora seríamos dos contra dos. Ahora tenía otra razón más para su felicidad y la de toda su familia.
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UNA NIÑERA PARA MIS HIJOS |LIBRO #1|
Chick-LitUna historia llena de ternura. Llena de sacrificios. Llena de amor. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. -1 Cori...