Capítulo 10.

26.6K 1.9K 182
                                    

Los primeros días como niñera habían sido aburridos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Los primeros días como niñera habían sido aburridos. No esperaba realmente que existieran aún niños con padres tan conservadores, pero luego conoció a Braxton Abbruzzi. Ella sabía que tenía toda la razón en ello, había pasado la primera semana con ellos y todo había sido tan sistemático y al pie de la letra, que ya había leído la historia del arte de Bigombrich en sus mañanas sin apuro, mientras esperaba en el auto con Taylor, el chico de seguridad, que solo escuchaba la radio mientras esperaban a Sandy afuera del lugar de ballet, para luego ir por Bradley a la escuela de fútbol.

Todo lo que hacían tenía un horario estipulado, incluso las tardes eran aburridas desde el punto de vista de la chica. Había tenido que hablarles sobre John F. Kennedy a los chicos días atrás, y no sobre las hipótesis locas que hacía con su hermana acerca del noviazgo que pudo o no haber tenido con Marilyn Monroe, sino sobre la vida electoral del hombre. Pudo jurar que hasta los niños se estaban quedando dormidos con esas charlas.

Ella entendía el punto de su padre, pero esas eran cosas que en su momento iban a ver en la escuela. La chica pensaba que lo mejor para los niños era actuar como niños; llenarse de pintura y tierra; brincar en trampolín mientras gritan "Gerónimo"; hacer juegos con la manguera en el patio; correr; ver películas con las que se puedan matar de la risa mientras comen todo tipo de cosas grasientas y patalean; pero no, no era ese tipo de cosas que esos dos chicos hacían. Y Samantha tampoco podía hacer nada al respecto, no después de que había visto a su jefe un poco alterado por cantar una canción del mismísimo Tom Petty. Ella había pensado que eso había sido una tontería de gran manera, pero no podía hacer nada de nada al respecto, porque tenía que seguir órdenes. A fin de cuentas él ya había pagado, y ella solo tenía que seguir lo que él le decía. Todo era sumamente robótico, hasta que se hacían las 7 y ella podía volver a casa como lo habitual.

Ahora se encontraba sentada en la sala viendo a la pared mientras los chicos repetían los números del 1 al 500. Los repetían una y otra vez. Samantha dudaba que alguna vez se le fuera olvidar que después de 499 venía el 500, esto era de locos. El timbre sonó y los chicos pararon de repetir números. La chica dio gracias al cielo por eso y miró el reloj en su mano, dándose cuenta que apenas eran las cinco de la tarde. Lloró internamente.

Cuando se levantó a abrir la puerta se encontró con un hombre sumamente alto, mucho más alto que su jefe, pero mucho más joven, sonriéndole. A su lado se encontraba una mujer, no igualmente alta que él, pero sí alta, sonriéndole a la chica.

—¿En qué puedo ayudarle? —preguntó Samantha, quien hoy llevaba su cabello suelto y su flequillo alborotado. Esperaba que fueran de esos vendedores o predicadores de la palabra porque en serio eso sería más interesante que escuchar números con dos cifras o más.

—Soy Basile, hermano de Braxton y tío de los chicos. Perdona por no presentarme, tú debes ser Samantha, un gusto conocerte —habló con una sonrisa, dándole la mano a la chica. Había situaciones donde definitivamente ella, como mujer, se sentía mal al ser pequeña, pero ahora se sentía el doble cuando veía a dos gigantes a su lado.

UNA NIÑERA PARA MIS HIJOS |LIBRO #1|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora