I.

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Todas las luces del teatro estaban encendidas. Ella amaba ir de vez en cuando a practicar sus bailes sin descanso. Él amaba verla, por lo que se le había hecho costumbre ir cada día a las seis. Incluso después de todo lo que habían pasado, después de un sí para el noviazgo, después de su primer beso, después de infinidad de cosas maravillosas, el verla bailar lo emocionaba como el primer día que la conoció. Y estaba decidido a pasar todos sus bailes con ella por el resto de su vida.

Se conocieron de una manera muy refinada. Ella era todo lo que una madre quería para su hijo, había sido enseñada a bailar como una princesa, usaba vestidos recatadamente hermosos que resaltaban su figura, era una mujer inteligente, y a simple vista ella era despampanante. Las mujeres en el club amaban llevarla a sus tardes de té porque pensaban que hablar de la vida con ella era realmente extraordinario, pues veía el mundo de una forma muy diferente, de una forma pura.

Era una noche de noviembre cuando una gran fiesta se realizó en la casa de la familia Abbruzzi, una fiesta que era más de negocios que una festividad. Justo ahí fue cuando las miradas de Braxton Abbruzzi y Camille Isori se encontraron por primera vez. Esta fiesta pertenecía a los dueños de gran parte de Seattle: los Abbruzi. Sus ancestros habían llegado de Italia con sus legados textiles y joyas, lo que mantuvo el negocio de la familia a flote. Esa era la noche más importante para Braxton, quien por primera vez en sus 20 años, iba a ser presentado como el próximo CEO de la empresa de joyas más grande de la ciudad y el país. Pero eso no se pudo llevar acabo, porque sus ojos no dejaron otros que los de la chica Isori.

Y como está escrito en algunos cuentos, a veces las mejores historias comienzan en los lugares menos indicados, pero en los momentos justos. Esa noche de noviembre sus pies bailaron al ritmo de la orquesta y sus risas se mezclaron con la brillante luna. A partir de ahí todo fue felicidad para ellos, hasta llevar al punto de escaparse como locos enamorados sin la autorización de sus padres. Sin lugar a dudas el amor nacía del lugar que quería. Nadie elegía de quién enamorarse o a quien entregarle su corazón, él ya estaba destinado desde el día que se daba el primer respiro en la tierra.

Por eso Braxton repasaba todos sus momentos de felicidad, e incluso de tristeza, mientras su chica practicaba los últimos pasos en el escenario. Mañana sería un gran día para ella. Había luchado por ser el personaje principal en esta obra, y lo había logrado. Pero así como ella estaba completamente decidida a ser la mejor, el chico también estaba decidido a darle lo mejor, así que hoy el llevaría a cabo la decisión más grande de su vida, una muy importante.

—Puedes salir Brax. —Habló la chica con la voz más dulce que podía tener, algo que realmente no se le daba mal. — ¿Cómo estuve? —El chico la miró cerrando los ojos.

—Como siempre. —respondió sonriendo, caminó hasta el escenario para tomarle la mano y besarla. —Perfecta. —Ella soltó una pequeña risita y la coleta que amarraba su cabello desapareció de un tirón. —Amo tu cabello así. —La rubia melena compaginaba perfecto con el hermoso cabello negro que el gran y apuesto joven llevaba. Eran tal cual cuento de hadas había plasmado, eran perfectos el uno para el otro. No existía discusión alguna cuando de ellos se trataba.

Los padres de la chica, al igual que los del chico, eran completamente felices y aprobaban su relación. Así que él estaba seguro de que su decisión iba a ser tomada con gratitud.

Gracias a ella había conocido que la felicidad podía estar en preciosos ojos cafés que combinaban perfectamente con un cabello rubio. Camille era elegante y a la vez podía seguir siendo una chica juvenil sin salirse del caso. Amaba todo de ella, incluso las cosas malas que aprendió a querer en el paso de sus 3 años juntos. Había escuchado muchas historias sobre el matrimonio siendo muy jóvenes o sobre las parejas que no sabían sobrellevar una convivencia cotidiana y acababan. Pero él realmente había entendido que no se trataba de parejas o incluso de la edad, se trataba de la disposición, el respeto y obviamente el amor que se tengan el uno al otro, por eso estaba tan decidido a dar este paso.

Ella amaba las cosas realmente excéntricas. Era la luz de cualquier lugar y nadie quería cambiar eso, mucho menos él. Pero sabía que aunque fuera una proposición un tanto floja para sus gustos, sería perfecta para sus corazones, porque estarían sólo dos personas: él y ella.

— ¿Por qué me miras así?—La pregunta de la chica llegó con un beso en su mejilla, y ella se dispuso a recoger algunas cosas del suelo.

—Solo te admiraba —respondió con cuanta sutileza pudo utilizar.

—Siempre me dices lo mismo, amor. —Sonrió, y a Braxton se le aceleró el corazón cuando recibió la palabra mágica, era su palabra favorita dicha por ella, después del "te amo", claramente. Se sintió un poco asustado, pero respiró, ella nunca le creaba pánico, todo con ella era realmente en calma.

—Solo soy sincero contigo, me gusta admirarte, y si pudiera hacerlo a cada minuto no me molestaría, algo que me encantaría hacer, siéndote sincero. No quisiera dejar de admirarte, me gusta verte, me gusta que te vean, pero sobre todo, me gusta saber que mi corazón le pertenece a alguien que realmente lo merece, alguien con quien de verdad quiero pasar mi vida. —Las palabras salieron muy rápido de su boca.

—Brax...

—Mi sol. —La llamó por el sobrenombre que siempre utilizaba para ella. La historia detrás de este era realmente bonita: un día de verano el sol no salió. Sin embargo, él se encargó de decirle que no necesitaba del sol, pues él ya el tenía uno, estaba justo enfrente suyo: ella.—Sé que somos jóvenes, sé que aún tienes una vida larga por recorrer y que tienes muchos sueños por cumplir; yo también los tengo, pero quiero cumplirlos contigo a mi lado. Quiero que seas mi esposa más de lo que quiero algo en mi vida, quiero ser exitoso, pero serlo contigo. Quiero tener hijos, tus hijos, mis hijos. Y lo más importante, quiero ser feliz...pero solo contigo. Claro está, si tú me lo permites; si me das el honor de esposarte, de tenerte para toda la vida. Sé que eres menor que yo, que sólo tienes 21 años y que yo tengo 24, que aún somos jóvenes, que asusta el hecho de que fracasemos, pero no lo haremos, estoy completamente seguro que mientras ambos nos amemos nada de eso va a pasar. Camille, te quiero para todos los días de mi vida, hasta que Dios me lo permita.—El chico no había ensayado nada de lo que iba a decir, pero al parecer había salido justo como lo planeaba.—Sé que esto no era como lo esperabas, ni como lo merecías, pero este lugar es tu sueño y tú eres el mío, así que supuse que sería el lugar perfecto para hacerlo. —Como cualquier mujer en su vida esperaba que pasara ese gran día, Braxton se arrodilló, sacó una caja de terciopelo rojo y dio a conocer a los ojos de su amada el precioso anillo de compromiso. Se había encargado de que el anillo fuera tan precioso como ella y se acoplara a su mano de la manera más delicada posible, que fuera justo como ella era: perfecta.—¿Me harías el honor de ser mi esposa?— La pregunta conllevó lágrimas, besos y abrazos, para el tan esperado "sí" de la chica.

—Sí quiero ser tu esposa —respondió, dándole el tan ansiado beso que sellaba su compromiso, uno que él había esperado por años.

UNA NIÑERA PARA MIS HIJOS |LIBRO #1|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora