Luego de tal momento dejándome hacer, quizás, ligeramente a mi pesar, me había dejado llevar más de la cuenta. Habíamos vuelto a esa enorme casa aspirante a castillo, y tiró de mí, agarrando mi muñeca como si pudiese escaparme en el transcurso hasta su habitación.
—-Bien, ¿qué es eso tan importante que depende de mi presencia? —Hice las comillas con los dedos y luego me situé al borde de la cama, viéndole con poco interés.
—-Una fiesta esta noche, eres mi guardaespaldas, ¿no? —arqueó una ceja y me dedicó una sonrisa burlona—. Báñate y cambia tu ropa, saldremos exactamente a las ocho; apreciaría tu puntualidad. —Asentí en seco, tomé unas prendas de ropa y me dirigí al baño.
Habiendo acabado mi aseo personal pocos minutos después, salí distraídamente del baño tratando de anudar mi corbata y accidentalmente choqué con la amplia espalda de Andrew, que, como siempre nada narcisista, se apreciaba frente al espejo.
—Oh... —Y-yo lo siento...—Se giró hacia mí y me tomó de la corbata, me acercó a sus labios y sentía su respiración chocar contra la piel de mi rostro. Cerré mis ojos por impulso, pero su beso jamás llegó. Abrí los ojos, temeroso, y comprobé cómo este mantenía una sonrisa de evidente burla a mi persona.
—-¿Esperabas algo? —dijo con malicia, ensanchando su sonrisa. Acomodó mi corbata y la dejó perfectamente arreglada en su lugar.
—Gra... Gracias... —dije atorado en mis propios pensamientos, atontado conmigo mismo y por el ansiado contacto que anhelé en su momento, y admitirlo me dolía en lo más puro del orgullo.
—-No respondiste mi pregunta, príncipe. —Me sonrojé y él me acercó a su rostro; su respiración nuevamente chocaba con la mía, su mirada conectada con la mía me impedía apartar la vista de sus azules ojos, no podía y no sabía el porqué. Su brazo rodeó mi cintura, aprisionándome y acercándome más a su cuerpo. De pronto, su pecho me parecía poderosamente amplio.
—-Y-yo n-no... —¿De qué hablas? —Trate de zafar mi cuerpo de su agarre, empujando su pecho en un intento de mantener una distancia prudente a mis mismos deseos en contra de mi voluntad. ¿Tan fácil soy?
—-Vamos dilo, o de lo contrario te torturaré para que lo hagas. —Dio un pellizco a mi trasero, haciendo que me sobresaltara apretando los labios, indicándole con el gesto que no hablaría.
—-N-no yo... —Me preocupa hasta dónde es capaz de llegar. Sus manos comenzaron a acariciarme el cuerpo, y aunque su toque es apenas sobre la ropa en mi trasero o mi espalda, el movimiento es lo suficientemente erótico y alusivo como para hacerme temblar y suspirar ansioso.
—-¿Lo disfrutas? —Resolló en mi cuello, arrancándome un bajo jadeo entre dientes; la humedad de su lengua hizo contacto con el lóbulo de mi oreja, mientras su pierna se deslizaba cautelosa entre las mías para acariciar mi sexo anhelante de contacto.
—-Q-quería un beso, ¡solo un beso! —Intervine alterado al ver que sus estímulos estaban haciéndome reaccionar, aunque no demostraba intención de parar, manipulando la situación a su antojo.
—-¿Qué harás al respecto? —Me vio con su usual mueca de superioridad, logrando cabrearme lo suficiente como para fruncir el ceño y arquear las cejas.
Le empujé y se separó de mí, tiré fuertemente de su corbata haciéndole inclinarse un poco y de puntillas atrapé sus labios entre los míos. Comencé a tirar de su labio inferior y juguetear con él, mordí fuerte con mis dientes y lanzó un quejido de dolor. Una gotita roja comenzó a crecer en su labio y este la lamió y me dio una de sus sonrisas que me hacía saber que estaba satisfecho. Aunque no era la reacción que yo quería conseguir con mi atrevimiento.

ESTÁS LEYENDO
$ubasta
Romansa-Siempre me he considerado el objetivo de mira de las desgracias. Honestamente, hasta cierto punto llegué a tomarlas como algo normal en mi vida. Cuando creí que no podía ponerse peor, todo dio un salto, tornándose brusco y confuso. -Te presentaré a...