Capítulo 20: Una señorita viene a cenar

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La cena con el matrimonio Bustamante se había planeado para esa misma noche, y aunque todos creían que la prontitud de esa decisión por parte de Lunet, había sido para escarmiento de Fortunata, nadie se atrevió a protestar.

Los Bustamante llegaron a las siete de la tarde y fueron guiados a la sala de estar, donde la familia De la Rosa ya esperaba.

Vestidos de la mejor manera, estaban todos, excepto Fortunata, quien había pedido que su comida se le sirviera en el cuarto de Sarabell, para comer con su hija.

Mauro Bustamante era un hombre de sesenta y cinco años, de complexión obesa y bastante fornida para su edad, su cabello era escaso y blanco, su gesto amargo denotaba su mal humor. Saludó a todos de mano, excepto a Mística, a quien le dedicó una mirada lasciva mientras besaba su guante. También le dedicó una larga mirada morbosa a los ojos de Soe mientras estrechaba su mano, cuando este desvió la mirada avergonzado, Mauro lo soltó.

La esposa de Mauro, Marie García de Bustamante era una mujer alta y huesuda, su cara denotaba un humor mucho más malo que el de su esposo, ella solo se limitó a extender su mano para que la besaran los caballeros, cuando Soe se dispuso a hacerlo, Marie retiró la mano y solo le dedicó una inclinación de cabeza, sin dejar de ver sus ojos.

La última Bustamante que se presentó fue Rosalinda, una hermosa chica de cabello naranja y ojos verdes, su piel blanca resaltaba bajo un elegante vestido lila pálido y su cara salpicada de algunas pecas se mostraba airosa, conocedora de su belleza. Sonrió con coquetería cuando cada uno de los trillizos besó su mano, a Lunet lo miró con respeto y a Mística la saludó con una inclinación de cabeza, pero cuando tocó el turno de Soe, Rosalinda no pudo evitar mirarlo con ojos grandes y asombrados, y sin darse cuenta se inclinó al frente para verlo mejor.

—¡Rosalinda, por favor! —exclamó Mauro. La aludida dio un respingo al darse cuenta de su grosería.

—Lo siento. Lo siento mucho de verdad, es que... —Pero no había como justificar su error. Axel y Darío reían por lo bajo, divertidos, mientras que Marino apretaba los puños furioso.

—No te preocupes —le dijo Soe con una sonrisa conciliadora—. No eres la primera a la que le llame la atención el color de mis ojos.

—Es que son tan peculiares —musitó Rosalinda, apenada.

—Y tú tienes unos hermosos ojos verdes —aseguró Soe, haciendo que la muchacha se sonrojara.

Darío, sin proponérselo, cruzó la vista con sus hermanos, a los tres les sorprendió el comentario de Soe, pues los tres creían que al chico no le atraían las mujeres.

—Les ofrezco un trago en lo que la cena se sirve —dijo Lunet, a lo que Marie y Mauro aceptaron.

Así, cada uno con una copa, a excepción de Rosalinda y Soe, quienes tenían en su mano un vaso de agua de tamarindo, se comenzaron a distribuir en pequeños grupos para conversar. Marino con Axel y Darío. Soe cruzaba algunas palabras con Marie, mientras que Lunet cerraba el trato con Mauro.

Mística, con su rosa en las manos se alejó a una ventana, había batallado mucho para que Dorotea aceptara quedarse en el hotel, por lo que podía respirar tranquila, sin miedo a las imprudencias de su dama de compañía.

Rosalinda siguió con la mirada a la enigmática chica, cuando sus ojos descubrieron la rosa negra.

—¿Eres de Van Voth? —le preguntó.

—Si —respondió con indiferencia la rubia.

—¡Lo sabía! Esa rosa es muy reconocible. No sabía que tenías problemas con Évora.

Flor Imperial: Tercia de corazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora