Capítulo 45: Trampa

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El viento caliente y agresivo aulló mientras levantaba nubes de polvo alrededor de los personajes que se encontraban junto al carruaje.

Marino abrió la boca, pero de su garganta seca no salió sonido alguno. Por lo que Darío tuvo que formular la pregunta que su hermano tenía en mente.

—¿Qué fue lo que dijo?

—Lo que oyeron, esta mujer robó el dinero de la señora de Durán y huyó con él —declaró con energía el guardia, afianzando su agarre en el brazo de la señora Perla.

—Ella no es...

—¡Ella no es más que una sirvienta, ladrona y ventajosa!

—¡No es verdad! —gritó Perla con el miedo reflejado en la cara—. Ella me lo dio todo, ¡Teníamos un trato!

—Por favor, oficial —pidió Darío—, permítame hablar con ella solo un minuto.

—Puede hacerlo —dijo el hombre que sostenía a la mujer—, pero no la soltaré.

El rubio se acercó hasta perla.

—Si quieres que te ayudemos, debes contestar unas preguntas. —Perla asintió atemorizada. Se daba cuenta de que ya no había posibilidades de salir bien librada. En Darío y Marino ya no había un ápice de respeto para ella: ya ni siquiera le hablaban de usted—. Gema, mi prima Gema... ¿está viva? —La mujer asintió—. ¿Y se casó? —Perla volvió a asentir.

—¡Eso no puede ser! —se quejó Marino—. ¡Gema murió cuando cayó del risco!

—No, no murió —sollozó Perla—. Había llovido mucho esos días, y el rio se había desbordado. Esa mujer no murió, pero si quedó muy grave, el señor Durán, quien era mi patrón, la rescató, y como era médico, se hizo cargo de ella.

—El señor Durán... es decir, ¿él que se casó con Gema?

—Ella lo envolvió, y una vez que logró casarse con él, lo mató... no se comprobó nada, pero estoy segura de que ella fue; se quedó con todo: el dinero, la casa... ¡todo!

—¿Y tú, qué tienes que ver en todo esto?

—Yo era el ama de llaves en la mansión Durán, y cuando Gema se quedó con todo, me contrató para que viniera a San Sebastián, haciéndome pasar por la viuda de Durán. ¡Yo tenía su permiso!

—¡Aun así, la suplantación es un delito! —aclaró el guardia, sacudiendo a Perla.

—¡¿Por qué demonios, Gema hizo todo eso?! ¡¿Por qué no nos contactó?!

—Porque no le permitirían vengarse.

—¿Vengarse? ¿De quién?

Una leve sonrisa de maldad cruzó la cara de la detenida.

—De su primo; de Soe.

—De su primo; de Soe

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Flor Imperial: Tercia de corazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora