Capítulo 39: Redención concedida

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—Viniste —musitó Fortunata, con la voz tenue y cascada.

Por toda contestación, Píramo negó con la cabeza, sus ojos tristes y suplicantes se posaron en la mujer que había amado más allá de su vida. Los pies descalzos de Fortunata caminaron sobre la alfombra humedecida por la lluvia y en sus cabellos rojos se enredaron hojas secas que traía el viento que entraba por la puerta rota, a pesar de eso, su sonrisa era amplia y radiante, aunque sus ojos se veían perdidos, casi cerrados.

—Te juro que no quería que las cosas sucedieran así —le explicó Fortunata, reanudando el llanto. Las palabras se ahogaban en su garganta y debía hacer grandes esfuerzos para que sus frases sonaran con claridad, para que a Píramo no le quedara ninguna duda—. Te juro que te amaba, y había planeado mi vida entera a tu lado... quería ser tan feliz contigo... y sacrificarlo todo por ti.... —A cada frase entrecortada, Fortunata caminaba más y más hacia Píramo, este solo la veía con tristeza, confundiendo sus lágrimas con el agua de la lluvia.

—Solo que nunca se dio la oportunidad... primero fue tu enfermedad, y luego Sarabell y.... —Fortunata desvió la mirada. Apenada y decidida a dejar de mentir, se enfrentó a su dura realidad—. ¡No! ¡Ya basta de mentiras y justificaciones! ¡Perdóname! ¡Siempre fue mi culpa! ¡Fui tan cobarde como para no darme cuenta de que tú representabas mi felicidad, y simplemente te dejé morir sin demostrarte lo que soy capaz de sacrificar por amor! Pero aun no es tarde.

Píramo negó con la cabeza, y le indicó con las manos a Fortunata que se detuviera, pero esta siguió avanzando hacia él. Sin darse cuenta, la pelirroja ya se encontraba en el balcón de la recamara. El viento fuerte revolvía su cabello y la hacía tambalear al estrellarse contra su falda.

A pesar de sus pies entumidos por el frio y lastimados por los vidrios rotos, Fortunata seguía avanzando hacia Píramo, quien se veía más allá de la baranda rota.

—Yo te amo, te amo como nunca he podido amar a nadie, y sin embargo fuiste a quien más daño hice con mi rechazo. Por favor, perdóname y acéptame una vez más... te prometo que esta vez, no volveré a dudar de nuestro amor... esta vez, nada me hará dar un solo paso hacia atrás. Esta vez, estaremos juntos... para siempre...

Y por más que Píramo se negaba a aceptarla, Fortunata siguió caminando hasta llegar a él. El mulato no pudo negar el enorme amor que aun existía en ambos y se unió a Fortunata en un profundo abrazo que representaba amor, perdón, aceptación y una nueva oportunidad.

Al día siguiente, después de la tormenta, Lunet se vio obligado a irse rápidamente a la oficina, pues le había llegado el rumor de que los fuertes vientos de la noche anterior habían destrozado algunas ventanas y la lluvia había echado a perder un...

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Al día siguiente, después de la tormenta, Lunet se vio obligado a irse rápidamente a la oficina, pues le había llegado el rumor de que los fuertes vientos de la noche anterior habían destrozado algunas ventanas y la lluvia había echado a perder una considerable cantidad de telas que estaban listas para exportarse.

Camelia suspiró con alivio, al sentir el frio beso de Lunet mientras este se iba. De esta forma, el rubio no reparó en la actitud pensativa de la mulata.

Flor Imperial: Tercia de corazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora