Marino arrugó el papel y lo tiró al suelo, después tomó asiento en una de las sillas del patio.
—¿No irás? —preguntó Soe, sorprendido.
—No; no creo que sea nada importante lo que quiera decirme.
—Pero, Marino, dijo que era importante, y es la última oportunidad que tienes para verla.
—¡¿Qué demonios te pasa?! —le gritó Marino, molesto—. ¡Tú fuiste el que me dijo que guardara mi distancia con ella! ¡Y ahora parece que te urge que me reconcilie con esa loca!
—¡Claro que no! Pero, Rosalinda te ama, y eso no es su culpa, al corazón no se le manda. —Marino sonrió con burla al oír esto.
—¿Y crees que no lo sé? ¡Todos los malditos días de mi vida me levanto intentando ignorar este perro sentimiento que me carcome por dentro y me amarga la existencia!
Soe se entristeció, pensando que las palabras que Marino acababa de decirle, eran por amor a Rosalinda.
—Si tanto la quieres, ve a hablar con ella, después de todo, dijo que lo que debía decirte era importante. Ve, escúchala y decide. —Sin agregar más, Soe se dio media vuelta y se retiró.
Marino se puso de pie, y con furia pateó la silla donde estaba sentado. Con grandes pasos, rebasó a Soe y se dirigió a su habitación, donde tomó la maleta que tenía ya hecha, saliendo y quedando frente a frente a su hermano.
—¿Y esa maleta? —preguntó Darío.
—¡Felicidades, hermanito! ¡Te quedas con la casa, con la fábrica y con Soe! ¡Yo me largo!
—¿Qué? Oye, espera, ¿a dónde vas? —cuestionó Darío, comenzando a seguirlo hacia la salida.
—No creo que te interese, pero de todos modos te lo diré, me voy a Costa Blanca, me hospedaré en un hotel, mientras decido.
—¿Costa Blanca? ¿Por qué?
Marino se detuvo un instante, analizando la pregunta. En su mente, sabía que se dirigiría hacia allá por la relación que tenía Soe con el pueblo pesquero, pero prefirió no contestar.
Sin atender los llamados de su hermano, Marino salió a las caballerizas, tomó su caballo Shaby y se fue de la mansión, pensando en jamás regresar a ella.
A pesar de lo que acababa de pasar, Darío no pudo evitar sonreír.
Las palabras de Soe resonaban en la cabeza de Marino, a pesar de lo vivido y de lo idiota que podía ser el chico de ojos bicolores, algo dentro de él lo obligó a tirar de las riendas de Shaby con brusquedad y redirigirlo rumbo a la terminal de diligencias. Debía saldar las cuentas con Rosalinda y desengañarla de una vez por todas, no se le fuera a ocurrir a obsesionada joven regresar a San Sebastián.
Por su parte, Soe se encontraba tumbado en su cama, se sentía deprimido y no tenía ánimos de nada, fue entonces que alguien llamó a la puerta. Sin esperar respuesta alguna, Darío entró.
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Flor Imperial: Tercia de corazones
RomanceEsta es la segunda parte de Flor Imperial. Han pasado solo dos meses desde la llegada de Soe a la mansión De la Rosa, y ya muchas cosas han cambiado. Nuestro protagonista de ojos bicolores ha afianzado relaciones, y aunque nunca deseó mal a nadie...