Capítulo 27: Lunizar

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Axel estaba más que feliz por su próxima boda, tanto que él mismo, junto con Fortunata, repartía las participaciones y verificaba cada minúsculo detalle, acostumbrado al carácter insípido de su novia, veía de lo más normal el poco entusiasmo de Mística.

Mientras Axel estaba fuera de la casa, la enigmática mujer paseaba por su habitación, con su rosa negra en las manos, su mente planificaba los eventos que precederían a la boda, los planes estaban listos desde el segundo día de haberlo conocido, eran sencillos y fáciles de seguir, mas para una chica hermosa, desinhibida y con sus prioridades claras: enamorarlo, evaluar su fortuna, casarse y huir con la mayor cantidad de dinero posible.

Mística se dejó caer en su cama, acariciando los pétalos distraídamente, había algo que no había previsto, algo que amenazaba con echar todo a perder, y ese era el temor de la chica, y es que cada vez que pensaba en dejar a Axel y salir de la mansión De la Rosa para nunca volver, era presa de una profunda tristeza y unas ganas irremediables de llorar, que amenazaban con arruinar el maquillaje de su cara sin emociones.

—No puedo enamorarme —se dijo—. No debo enamorarme de Axel —se repetía inútilmente. Pues Mística Ledesma ya estaba enamorada de Axel De la Rosa.

La rubia se puso de pie, mirándose en el espejo, sus ojos se posaron en la rosa negra.

—Pedro Évora —balbuceó para sí. Si ese maldito hombre no existiera, ella podría ser libre para casarse con Axel, y quedarse a su lado.

Una lágrima rodó por aquel rostro, tras el cual se escondía un remolino de emociones; con un movimiento brusco la limpió.

—No puedo. No tengo opción. Debo casarme con Axel e irme de aquí. Todo debe hacerse de acuerdo al plan.

Con esta idea, Mística se sintió triste, pero un poco más tranquila. Por desgracia, las palabras de la criada riaquelma vinieron a resonar en su mente, rompiendo su frágil tranquilidad: "... La boda que usted está planeando, la está basando en la codicia, en la ambición, no en el amor, y esa boda no se realizará y usted tendrá que regresar por donde vino, humillada y derrotada..."

Durante la noche, habían caído unos mangos del árbol del patio de la mansión y Fortunata le había pedido a la cocinera que hiciera un postre para darle a Sarabell

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Durante la noche, habían caído unos mangos del árbol del patio de la mansión y Fortunata le había pedido a la cocinera que hiciera un postre para darle a Sarabell. Ahora que Píramo y hasta Camelia estaban viviendo en la mansión, sus esperanzas de que Sarabell reaccionara habían aumentado.

—Come, mi amor. Es postre de mango, a ti te encanta. —pero Sarabell no solo no reaccionaba, sino que ya ni siquiera comía bien, estaba delgada en extremo y sus ojeras eran casi negras, su piel blanca se había adelgazado de manera que se le veían las venas en varias partes del cuerpo y hasta su cabello se había empezado a caer.

—Mi niña, come. —Fortunata metía pequeñas porciones del puré con ayuda de la cuchara, pero este se regresaba escurriendo por la barbilla de la chica—. Sari, mi amor. Come —Fortunata detuvo sus movimientos cuando un poco de sangre comenzó a salir de la boca de Sarabell—. ¿Sari? ¡Sarabell! —Se alarmó Fortunata.

Flor Imperial: Tercia de corazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora