Capítulo 24: Dinero, cartas y un collar de ópalos

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Carmen había regresado sin ningún problema a la mansión De la Rosa, con la carta original de Mística y la copia de la misma. A pesar de que la suerte parecía favorecerle, seguía sintiéndose nerviosa, al no saber leer y seguir sin saber cuál era el gran misterio que Mística Ledesma guardaba en esas misivas.

Al cruzar el patio para regresar a sus labores se topó de frente con Mística quien ojeaba un libro, sentada en una de las sillas de mimbre, la sirvienta sintió un vuelco al recordar cuando Sarabell se ponía a leer en esa misma silla y ella le preparaba naranjada dulce, bebida predilecta de la rubia, y sin justificación, sintió crecer su repulsión por Mística.

—Creí que no tenías permiso para salir a la calle, gata —le dijo Mística.

—Y no lo tengo, "señorita" —respondió Carmen burlonamente—, pero, me di una escapada. Es que tenía un asuntillo que arreglar.

Mística se enderezó, molesta por la actitud insolente de Carmen.

—¿Asunto de qué, gata igualada?

—Pregúntele a Manuela —soltó Carmen, presurosa hacia la huerta sin hacer casos de los gritos de Mística.

Furiosa, la enigmática rubia se dirigió al interior de la casa, dispuesta a buscar a Lunet y quejarse de la mala actitud de la sirvienta, pero a la que encontró, nada más cruzar el umbral de la sala, fue a Manuela, limpiando una mesa que sostenía un jarrón.

Se acercó a ella con bien fingida serenidad, en su cara misteriosa no se podía adivinar ni ira, ni tristeza ni alegría, sabía bien como ser una estatuilla sin emociones.

—¿La puedo ayudar?

—Dime a que salió Carmen hoy a la calle.

La cara de Manuela se iluminó al pensar que le hacia un favor a Carmen al responder:

—Ella llevó al correo la carta que usted me dio. —Los ojos de Mística se entornaron de una manera apenas perceptible.

—¿Tú le diste mi carta?

—Es que no encontré a ningún mozo para encargársela.

Antes de que la sirvienta pudiera darse cuenta, la mano de Mística se estrelló contra su boca en una bofetada. Manuela rompió en sollozos ante el golpe, sin entender el proceder de la señorita.

—¡Eres una inepta! —le gritó Mística, molesta.

—Pero, ¿qué hice mal?

—¡Desaparécete de mi vista, estúpida! —La frialdad con la que hablaba Mística daba miedo, por lo que Manuela salió rápidamente de ahí.

Recordando que ya una vez Sarabell y Gema habían copiado una carta de ella, Mística pensó que tal vez Carmen había actuado igual que su señorita, así que decidió enfrentarla de una vez, no podía permitir que nada arruinara su futura boda.

Recordando que ya una vez Sarabell y Gema habían copiado una carta de ella, Mística pensó que tal vez Carmen había actuado igual que su señorita, así que decidió enfrentarla de una vez, no podía permitir que nada arruinara su futura boda

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Flor Imperial: Tercia de corazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora