Capítulo 26: La casa del conde se ocupa

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Eran las nueve de la mañana cuando la familia De la Rosa se encontraba desayunando. Soe traía un pañuelo en el cuello de su camisa, para no evidenciar las marcas que le había hecho Marino. Por su parte, el rubio se mostraba serio y callado, pero esto era normal para la familia, por lo que nadie indagó.

—Señor —interrumpió una sirvienta—, lo buscan.

—¿De quién se trata, Manuela?

—Es el capitán de la guardia, dice que será un momento nada más.

—Ustedes continúen —pidió Lunet, poniéndose de pie.

—Debe ser por el asunto de tu collar —le dijo Fortunata a Mística—. Todavía no me creo que Carmen allá hecho algo así.

—¡Pero lo hizo! —sentenció la rubia.

Lunet no regresó hasta pasada casi la media hora, con un ademán le indicó a la sirvienta que retirara su plato ya frio, y con una sonrisa triunfante le pasó a Mística una pequeña caja de madera.

La rubia la abrió. A pesar de conocer su contenido, se estremeció al ver su collar de ópalos.

—Lo recuperaron —dijo.

—Por supuesto, y la criada esa ya está donde debe estar: en la cárcel.

Mística creyó que se sentiría feliz al oír eso, pero su conciencia no se lo permitió, y una voz interior le repitió las palabras que Camelia le dijera cuando le leyó las cartas: "...A usted la ofendieron, y cobró justicia por su propia mano, eso saldrá bien, pero tendrá que atenerse a las consecuencias..."

—Esto te demostrará que nadie queda impune tras ofender a la familia De la Rosa. —Aunque la intención de Lunet, al decir estas palabras, era la mejor, Mística no pudo evitar sentirlas como una amenaza.

—Vendrá Rosalinda a comer —anunció Marino, poniéndose de pie—. Con permiso. —Sin dar tiempo a que se le dijera algo, salió de ahí.

—Parece que se gustan —comentó Lunet, sonriendo—, pero mi muchacho es muy reservado.

—Sería conveniente que se casaran después de ustedes —le dijo Fortunata a Mística.

—Es un poco apresurado, ¿no cree, tía? —comentó Axel, mirando a Soe desapercibidamente—. Apenas están saliendo.

—Bueno, yo debo retirarme —interrumpió Lunet, poniéndose de pie—. ¿Soe, te gustaría acompañarme hoy a la fábrica? Se harán algunos inventarios y me gustaría que aprendieras como se hacen.

Soe sonrió con tristeza, tenía meses deseando que Lunet lo llevara, como a sus hijos, a la fábrica de telas, pero en ese momento era lo último que le importaba.

—Lo siento tío, me está doliendo la cabeza, tal vez mañana. —Sin agregar más, se puso de pie retirándose, Lunet miró extrañado a su sobrino marcharse.

—Entonces, me retiro. 

 

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Flor Imperial: Tercia de corazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora