Capítulo 41: Malas decisiones

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—¿A Darío sí se lo dijiste? —preguntó Marino, comenzando a exaltarse.

—De hecho, él fue el que me lo dijo a mí —mencionó Soe, sonriendo—. Él fue el primero que se enteró de la existencia de Izcy, por casualidad. Mi hermano trabajó en la kermés que estuvo en la plaza hace poco, y ahí fue donde lo vio y comenzó a tratarlo, ya luego me dijo a mí.

—¿Por qué no se lo han dicho a nadie más? —preguntó Marino, volviendo a regular su humor.

—La principal razón es que Darío cree que si tío Lunet se entera, querrá ocultar de alguna forma la bochornosa realidad: su sobrino es adoptado, hijo de unos riaquelma cualquiera.

—Hasta cierto punto lo entiendo, y como la kermes ya se fue, supongo que Izcy también, así que no hay razón para que la poca paz que hay en la casa se perturbe.

—De hecho, Izcy no se fue, Darío le rentó una habitación a él y a su... a nuestra abuela. —Marino sospechó de esta altruista decisión de su hermano, pero decidió no indagar—. Tú querías hablar conmigo de algo, ¿no? —preguntó Soe, señalando el papel en las manos de Marino.

—Sí. Quería pedirte un consejo —comenzó Marino, sonrojándose en contra de sus deseos—. Tú eres muy listo y suave para estas cosas.

—¿Suave?

—Sí, sabes cómo decir las cosas sin lastimar a la gente y necesito decirle algo a alguien y no lastimarla más de lo que ya lo he hecho.

Soe bajó la vista apenado.

—Supongo que te refieres a Rosalinda Bustamante.

—Sí, quiero terminar con ella, sin dañarla más de lo necesario.

Soe sonrió con esperanza, ante estas palabras.

—¿Puedo saber el porqué de esta decisión?

—No —zanjó Marino, aun así, Soe sabía que él era el motivo—. Estuve saliendo con Rosalinda, pero simplemente no me gusta, y ella se está haciendo ilusiones de más, al punto en que se está haciendo insoportable, y hoy recibí esto —dijo, extendiendo el papel.

Soe leyó aquella misiva, una mezcla de celos y tristeza se revolvía en su interior al darse cuenta de lo lejos que había dejado Marino que llegaran las esperanzas de la joven.

Mi amado Marino:

Mi abuela me ha advertido que ya tenemos todo listo para partir en tres días, de regreso a Dildria; y la única forma en que me permitiría quedarme a tu lado, es que tú pidas mi mano en matrimonio. Sé que esto apresura un poco nuestros planes, pero sí de todas formas pensábamos hacerlo, no veo la necesidad de seguir retrasándolo. Te esperaré hoy a las tres de la tarde, en la plaza, frente a la iglesia de Nuestra Señora de los Fuegos, para hablar sobre el particular.

Tuya sin límites: Rosalinda Bustamante.

—¿Cómo es que tú quieres terminar con ella, mientras que Rosalinda tiene la clara idea de que pensabas pedirla en matrimonio?

—¡Esta loca! ¡Esa tipa esta obsesionada conmigo y por mas que se lo hago ver, no entiende que no la quiero!

—Creo que lo mejor que puedes hacer es asistir a la cita, explicarle de forma tranquila, pero contundente que no la amas, y esperar hasta el día de su partida, que de todas formas, ya está cerca.

—Creo que tienes razón, aunque no estoy seguro de poder ser suave con ella, Rosalinda tiene la virtud de hacerme perder la paciencia.

—Muchos tenemos esa virtud —aseguró Soe, poniéndose de pie.

Flor Imperial: Tercia de corazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora