Capítulo 36: Lo inevitable

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A pesar de la sorpresa y el desagrado de Darío, Saida no intentó ocultar una sonrisa cargada de avaricia. Aunque el trillizo esperaba un reclamo o un insulto de parte de la anciana riaquelma, esta solo preguntó con tono tranquilo:

—¿Es eso cierto, joven? ¿Usted tiene una relación con mi nieto?

Darío iba a negarlo, pero al ver el temor y la esperanza en la cara del ciego, decidió decir la verdad.

—Así es, aunque aún nada es concreto —confesó, sintiendo que el color subía a sus mejillas.

—Bueno, siendo ese el caso, yo podría hablar con el koso para que...

—Le suplico que no lo haga, esta situación debe manejarse con la mayor discreción posible.

—Pues lo siento. —Saida, suavizó su voz—. Pero no veo de qué otra forma podría usted convencerme de quedarnos en San Sebastián, aun cuando nuestra tribu parta.

Darío sintió repugnancia, al entender las razones de la abuela de Izcy, dándose cuenta de la baja moral con la que vendía a su nieto. Aun así, se limitó a sacar una fuerte cantidad de mirbas, en un saco de tela, y poniéndosela en la mano con el mayor silencio posible, le dijo:

—Estoy seguro de que hallará suficientes razones.

—Pero, ¿dónde nos quedaríamos? El campamento se irá y...

—¡Les buscaré un lugar! —interrumpió Darío, molesto—. ¡Con permiso! —El trillizo salió de la tienda, y haciendo caso omiso de los llamados de Izcy, echó a caminar rumbo a la mansión De la Rosa.

Una vez que estuvieron solos, Saida miró a Izcy con una gran sonrisa.

—¡Así que mi nieto lindo, no ha estado perdiendo el tiempo! —Izcy suspiró aliviado ante estas palabras.

—¿No estás molesta?

—Por supuesto que no, si tú logras metértele a ese muchacho, podríamos hasta dejar la tribu.

—¿Tú quieres eso?

—¿¡Y quien no!? Ya no sería necesario trabajar y podríamos tener una vida feliz, sin responsabilidades y llena de lujos. Pero cuéntame, ¿cómo empezaste a andar con ese muchacho?

Sin entender muy bien a su abuela, pero contento con el desarrollo de los hechos, Izcy se dispuso a contarle.

Sin entender muy bien a su abuela, pero contento con el desarrollo de los hechos, Izcy se dispuso a contarle

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Por su parte, Darío llegaba furioso a su casa. Se le habían ido todos sus ahorros en manos de la codiciosa anciana, y para colmo, ahora debía conseguir más mirbas, para evitar que Izcy se fuera de San Sebastián.

Vigilando que nadie lo viera, se metió a escondidas al cuarto que había pertenecido a Sarabell, y sin esperar nada, registró los cajones de la muchacha, extrayendo un collar de flores formadas con diamantes rosas y perlas.

Flor Imperial: Tercia de corazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora