Capitulo 25: La mansión De la Rosa tiene una nueva sirvienta

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Soe tocó a la puerta de Marino, recibiendo el grito de este.

—¿Quién?

—Soy yo, Soe —respondió el chico tímidamente.

Marino sintió como la sangre comenzaba a circular más aprisa en sus venas. Mil ideas le pasaron por la mente, pero solo se limitó a abrir.

—¿Qué? —le dijo secamente, Soe no percibió la ira en los ojos de su enamorado y sorteándolo, entró al cuarto.

—Estaba pensando en nosotros —confesó Soe, sintiendo que se ruborizaba, por lo que decidió darle la espalda a Marino—. Te pedí paciencia y me la has tenido, y creo que ya esperaste... No, ya esperamos demasiado. Me gustaría que formalizáramos... —Pero Soe no continuó, al girarse miró la cara de Marino, como nunca lo había visto, distorsionada por la ira, atemorizante y perturbante.

—Continua —incitó Marino, con los dientes apretados.

—¿Qué tienes? —Soe quiso tocar el rostro de Marino, pero este le apartó la mano de un fuerte golpe.

—¡Vaya si eres descarado! —escupió el rubio.

El miedo y la sorpresa no le permitieron a Soe protestar. Como el chico no se defendiera, la ira de Marino creció, quien no soportó más y tomó a Soe por el cuello, sus grandes manos estrujaron al chico con fuerza.

—¡Todavía tienes el descaro de venir aquí a decirme de la mucha paciencia que te he tenido! ¿Y qué?, ¿también Darío te tuvo paciencia? —Soe intentó hablar pero no pudo, las manos de Marino no solo le provocaban dolor, sino que también le impedían respirar—. ¡¿Qué se siente jugar con dos imbéciles, que además, son hermanos?! ¡Eres un maldito depravado invertido!, ¿verdad? Apuesto que te excitaba el hecho de que fuéramos hermanos. Dime, ¿También intentaste andar con Axel? O ¿a él si le respetaste su relación con la idiota de Mística? —Al ver que Soe no contestaba, y que su blanca piel pasaba a rojo intenso, Marino hizo un esfuerzo sobrehumano para soltarlo.

Soe cayó al suelo tosiendo.

—¡No te atrevas a dirigirme la palabra de nuevo, o la próxima vez no te irá tan bien!

Cuando Soe pudo ponerse de pie, dijo con la voz tenue y entrecortada:

—Jamás fue mi intención jugar con ninguno... si hice mal o no... no lo sé, contigo y con Darío son las primeras personas con las que he tenido que ver... ¡Y no conozco las reglas del juego! Pero no te apures... —Los ojos bicolores de Soe comenzaron a llorar—, no tienes que advertirme nada, puedo ser tonto, invertido u ofrecido como acabas de decirme, pero tengo dignidad y ya me harté de que todos los que ostenten el apellido De la Rosa intenten pasar por encima de ella.

Marino rio entre dientes con amargura.

—Ríete, si eso te hace sentir mejor. Pero si quieres saber cómo son las cosas de verdad, pregúntale a tu hermano, o puedes preguntarme a mí, que con gusto te contaré todo. Buenas noches, primo —concluyó, saliendo y cerrando la puerta tras de sí.

Nada más la puerta se hubo cerrado, Soe escuchó un fuerte ruido, como un mueble volcándose, seguido de varias cosas estrellándose y haciéndose añicos contra el suelo y las paredes.

Nada más la puerta se hubo cerrado, Soe escuchó un fuerte ruido, como un mueble volcándose, seguido de varias cosas estrellándose y haciéndose añicos contra el suelo y las paredes

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Flor Imperial: Tercia de corazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora