El tiempo seguía pasando, y los eventos se continuaban. Tan acostumbrado a la soledad y al desprecio, Izcy no tardó en ver a Darío como algo más que un amigo, le agradaba su plática amena, su cultura, pero sobre todo, su inhibición.
Era muy común que mientras platicaban le tocara las piernas, los brazos o cuando lo llevaba en su caballo, podía sentir su aliento cerca de su oreja, si Izcy comparaba todo aquello con el trato frio y hasta despectivo de los miembros de su tribu, era un verdadero placer para el chico ciego cuando Darío llegaba por él. Y las jugosas propinas que le dejaba a su abuela, tenían a la anciana contenta.
Darío, por su parte, simpatizaba con el chico riaquelma, y le agradaba la sensación que le inspiraba de necesitar ser protegido. De que le atraía, no había duda, era igual a Soe, a excepción de sus ojos, el que Izcy tenía azul, Soe lo tenía lila y viceversa. Pero era un detalle mínimo y fácil de pasar por alto, era más fácil distinguirlos por el cabello largo del riaquelma y sus orejas perforadas.
Esa tarde, Darío invitó a Izcy al monte, a una cita bajo el acostumbrado árbol, había llevado una gran variedad de chocolates, pues, aunque Izcy le había asegurado que si lo había probado alguna vez, estaba seguro de que no había sido chocolate de calidad, así que había encargado una caja grande, para que el riaquelma lo degustara.
Darío desmontó del caballo, bajó al chico, y agarrándolo de la mano, lo guió hasta la sabana que había extendido para él.
—Voy a extrañar todo esto —confesó Izcy con tono melancólico.
—¿Por qué habría de acabar? —preguntó Darío, sentándose a su lado.
—Bueno, acabará cuando me vaya, con el resto del campamento.
Hasta ese momento, Darío cayó en cuenta.
—Es verdad. Cuando la kermés riaquelma se vaya, tú te irás con ellos.
—Sí, pero la verdad, ha sido hermoso.
—La verdad es que para mí también ha sido hermoso. —Un silencio incomodo cayó sobre ellos—. Bueno, no hablemos de cosas tristes. Mejor, di "ah" —le pidió Darío, tomando un chocolate.
Algo apenado, Izcy obedeció. Con cuidado, el rubio le introdujo la golosina en la boca, la cual fue devorada con gusto.
—¡Es lo más rico que he comido en mi toda vida! —exclamó el ciego.
—¿Más rico que esto? —preguntó Darío.
En cuanto Izcy abrió la boca, le dio un chocolate blanco.
—¿Qué es? —preguntó el ciego, tras comerlo.
—Chocolate blanco, y este se llama chocolate amargo.
Mientras el chico comía el dulce, Darío comenzó a acariciarle la pierna. Este gesto hizo que el ciego se atragantara. Con una sonrisa, Darío se acercó hasta pegar su hombro al del chico.
—Lo siento —dijo entre risas.
—No hay problema, solo que no lo esperaba.
—Es lo más lindo de ti. —Darío se acercó hasta estar a milímetros de su cara—. Es muy sencillo sorprenderte.
Y como nueva sorpresa, el joven De la Rosa le dio un beso a Izcy, este fue largo y delicado, y aunque, al principio, el riaquelma estaba tan sorprendido que no reaccionó, poco a poco se entregó aquella caricia, aunque, claro, de una forma inexperta y torpe.
Decidiendo que no desperdiciaría tiempo como lo hizo con Soe, Darío empujó poco a poco a Izcy hasta acostarlo, con temor el ciego sintió que Darío le desabrochaba la camisa.
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Flor Imperial: Tercia de corazones
RomanceEsta es la segunda parte de Flor Imperial. Han pasado solo dos meses desde la llegada de Soe a la mansión De la Rosa, y ya muchas cosas han cambiado. Nuestro protagonista de ojos bicolores ha afianzado relaciones, y aunque nunca deseó mal a nadie...