Capítulo 42: Buenas decisiones

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A pesar de haberse criado entre Riaquelmas desinhibidos, Izcy era un chico de naturaleza tímida, su impedimento visual había pintado una línea que pocos traspasaban, ya fuera por lástima o por considerarlo un inútil. Por lo que el joven de ojos heterocromáticos creció pegado a las faldas de su abuela y con una gran batalla por desenvolverse con los demás. Esta actitud pasiva y hermética provocó que Soe batallara para convencerlo de dejarse pintar por Perla, pero con algo de ayuda de Darío, terminó lográndolo.

Aun así, el gemelo de Izcy decidió no decirle a su hermano que la pintura seria sin camisa, eso se lo dejaría a Perla, quien era buena convenciendo.

—Entonces, así se hará —dijo Soe—. Mañana temprano vendré por ti, para que vayamos y conozcas a la señora Perla.

—¿Están seguros que esto es buena idea? —preguntó el chico ciego.

—Por supuesto —sonrió Darío, con voz sedosa, poniendo su mano en el hombro de Izcy—. No sabes cómo me emociona la idea de verte posando para una pintura.

Soe se sorprendió ante esta declaración, y reconoció en su primo la misma coquetería con la que intentaba acercarse a él, y conociendo la mente depravada de Darío, no le extrañaría que estuviera abusando de la inocencia de Izcy.

—¡Ya vámonos! —terció molesto, tirando de la mano de Darío—. Ya es tarde y tu papá va a llegar a comer con nosotros a casa.

Después de despedirse, Darío se dejó guiar hacia afuera. En el camino de regreso a su propia casa, le preguntó:

—¿Celoso?

—¿Celoso? ¿Es en serio? ¿Celoso de ti? —se mofó Soe.

Darío apretó los labios molesto.

—Bueno, eso parece.

—En primer lugar, yo estoy enamorado de tu hermano, y en segundo lugar, solo estoy intrigado por la familiaridad con la que tratas a Izcy, ¡nada más!

—Te recuerdo que tú fuiste quien me pidió que viniera contigo.

—Sí, solo porque tú tienes más tiempo de conocerlo que yo.

—Así es, Soe. Yo tengo más tiempo de conocer a Izcy que tú, y si va a posar para la viuda de Durán es por mí, así que en lugar de reclamarme paranoias, deberías agradecerme.

Soe torció los ojos al identificar la intención de las palabras de Darío y se adelantó al camino. Por su parte, el chico de anteojos lo siguió entornando los ojos, mientras una idea se arraigaba más en su mente:

«Marino no se va a quedar contigo. Tú vas a ser para mi, al igual que Izcy».

Lunet llegó a la mansión, oliendo fuertemente a licor, su ropa en desorden y su pelo enmarañado indicaban su falta de aseo y atención personal

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Lunet llegó a la mansión, oliendo fuertemente a licor, su ropa en desorden y su pelo enmarañado indicaban su falta de aseo y atención personal. Sin contestar ningún saludo, se fue directo a los cuartos de la servidumbre, y sin tocar siquiera, abrió la puerta de la pieza que pertenecía a Camelia y a su hermano.

Flor Imperial: Tercia de corazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora