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Girl, I hope you're sure what you're looking for
cause I'm not good at making promises  


Las puertas del ascensor de la residencia se abrieron y puse camino hacia la cafetería, donde me esperaban las chicas. En la mano llevaba un pequeño neceser con ibuprofeno y paracetamol.

Me dolía la cabeza y sentía que me estaban clavando cuchillos en las sienes. El alcohol era el demonio.

Entré en la cafetería, dónde vi a Izzy y Sophie sentadas en una mesa. Tras coger una botella de agua y una barrita de cereales de una máquina expendedora, caminé hacia ellas, sentándome y poniendo mala cara al ver a Izzy comiendo un trozo de pizza.

–Aparta eso de mi vista –di un mordisquito a la barrita y abrí la botella.

–Qué bonito es verte de resaca –mi mejor amiga sonrió en mi dirección, con ironía.

–No tengo fuerzas ni para tirarte la botella a la cabeza –negué y bebí varios sorbos de agua para tragar la pastilla que acababa de tomarme.

–El alcohol no te sienta tan bien como Justin, eh –Sophie me vaciló y sonrió en mi dirección.

–Qué graciosas estáis las dos –me puse la capucha de la sudadera y apoyé la cabeza en la madera de la mesa. Sólo tenía ganas de dormir.

–Todavía no nos has contado como llegaste a la residencia, por cierto –oí a Izzy y por el tono de su voz, supe que estaba sonriendo-. ¿Te trajo tu príncipe azul en su carroza?

Esperé a Justin un poco alejada de donde Owen tenía aparcado el coche. Miré a mi alrededor y vi que la calle estaba prácticamente vacía en comparación a cuando habíamos llegado.

–Vamos –Justin llegó a mi lado y pasó uno de sus brazos alrededor de mis hombros, empezando a caminar hacia su coche.

–Siento tener que molestarte pero las chicas no me cogen el teléfono y... –Me interrumpió.

–No pasa nada. De camino a casa tengo que pasar por tu residencia, así que no es ninguna molestia –sonrió en mi dirección.

–Gracias de todas formas –le sonreí también.

Después de que la lluvia se calmase un poco, habíamos salido de la casa y le acompañé a buscar su teléfono. Él había venido en su propio coche pero, por alguna razón que no era de mi incumbencia, su teléfono estaba en el de nuestro amigo.

Arrancó y salió conduciendo con precaución de la calle en la que estábamos. Lo único que se oía era la música que salía en un volumen suave de los altavoces y las gotas de lluvia que chocaban contra el cristal de las ventanillas.

No sabía ni qué decir pero supongo que si no hubiese tenido la mente un poco nublada por el alcohol, le habría intentado convencer para no coger el coche después de beber.

–Y... –Habló cuando paró en un semáforo–. ¿Qué estudias?

–Hago el tercer año de empresariales y derecho –hice una mueca, mirándole–. ¿Tú?

–Fisioterapia –puso el coche en marcha otra vez–. No tienes cara de abogada.

–Ni tú de chico de ciencias –fruncí el ceño y sonreí después.

Llegamos a los pocos minutos a la residencia y aparcó justo delante de la puerta. Fuera seguía lloviendo.

–No tengo ningún paraguas aquí –hizo una mueca–. Lo siento.

No Promises • jbDonde viven las historias. Descúbrelo ahora