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Please have mercy on me, take it easy on my heart


Sin esperar más de dos segundos, salí del pasillo de los baños en dirección al restaurante donde estaban los demás. De fondo podía escuchar como Justin me llamaba un par de veces, pero no presté atención a lo que fuera que tuviese que decir.

Todo había quedado bastante claro.

Llegué a donde estaban los demás y todos me miraron, viendo que estaba bastante alterada y que mi cara, probablemente, era de pocos amigos. Caminé hasta la silla donde me había sentado durante la cena y cogí la chaqueta para ponérmela.

–George, lo siento, pero tengo que irme.

–¿Ha pasado algo? –frunció el ceño, sin entender nada. Nadie en aquella mesa entendía nada.

–No, no te preocupes –sonreí, sin ganas–. Nos vemos.

Caminé a paso rápido hasta la puerta del establecimiento antes de que Justin pudiese llegar a la mesa. Siempre había sido bastante espontánea en ciertas ocasiones y esa había sido una de ellas; no tenía ganas de quedarme allí cuando Justin había dejado caer la bomba sobre mis hombros.

Minutos después ya estaba condiciendo hacia la residencia, escuchando la música de fondo aunque sin poner ningún tipo de atención en ella.

Ni siquiera sabía cómo me sentía. No tenía ganas de llorar ni de chillar y mucho menos de echarle algo en cara a Justin, pero no me encontraba para nada bien. Tenía la sensación de haber tenido el mejor regalo del mundo entre mis manos durante un par de días y que, de la noche a la mañana, había desaparecido sin dejar ningún rastro y sin yo saber por qué.

Desde un primer momento la forma en la que nos habíamos empezado a conocer Justin y yo me había parecido rara y espontánea; desde el primer momento en el que me pidió el número, había un pequeño temor en mi interior, diciéndome que si me utilizaba lo iba a pasar mal, aunque no llegase a estar enamorada. Sin embargo, aún teniendo eso siempre presente, por muchas vueltas que le hubiese dado al tema, nunca habría imaginado que iba a acabar sin darme ninguna explicación o una razón por la que no estaba a gusto.

Y más después de haberme dicho que yo sí le hacía sentir bien.

Aparqué finalmente delante de la residencia y me bajé del coche con el bolso y el móvil en la mano. Entré y fui directa a mi habitación, abriendo y en pocos minutos estando ya en pijama dentro de la cama mientras empezaba a desmaquillarme. A la vez que pasaba el algodón por mi cara, borrando todo rastro de maquillaje, empecé a ver las llamadas perdidas de las chicas y algún que otro mensaje que habían dejado. También tenía un par de llamadas de Justin y un mensaje.

Por favor, coge el teléfono.

Suspiré y me decidí por contestarle. Al fin y al cabo, como le había dicho a George, él y yo no éramos nada oficialmente y no tenía el derecho de reprocharle absolutamente nada.

Iba conduciendo y no podía. ¿Qué quieres?

Tampoco iba a preocuparme en no ser seca con él.

A los pocos segundos, una nueva llamada suya apareció en la pantalla del iPhone y suspiré, sabiendo que tenía que cogerlo y no actuar como una niña pequeña.

No Promises • jbDonde viven las historias. Descúbrelo ahora