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"but I got you this rose and I need to know

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"but I got you this rose and I need to know... will you let it die or let it grow?"

VIERNES. Fin de exámenes.

Abrí el armario y empecé a vestirme: unos pitillos negros y una camiseta térmica con el cuello un poco alto que llevaría por dentro de la sudadera gris; era bastante simple y su borde inferior estaba deshilachado, dando la impresión de que lo había cortado yo misma. Tras ponerme los botines negros de tacón, cogí la chaqueta de cuero y me la puse saliendo de mi habitación.

Al subirme al coche me hice una coleta y busqué las ray-ban en la guantera. Eran las 10 de la mañana y el sol típico de invierno empezaba a hacerse notar, dejando claro que, después de sus rayos de sol bastante intensos, de esos que te encandilaban estuvieses donde estuvieses, vendría una lluvia más propia del mes de enero.

Su universidad me quedaba un poco lejos y si tenía suerte con el tráfico, podría llegar a ella antes de media hora. Arranqué el coche y salí del aparcamiento pensando fríamente en lo que decirle, si es que se dignaba a escucharme y no me ignoraba como había hecho anteriormente.

¿Estaba nerviosa? Un poco.

¿Asustada de que me dijese que no quería saber nada de mí nunca más? Aterrorizada sería un término más aceptado.

Aquello había sido suficiente para demostrarme a mí misma que lo que sentía no era un simple encaprichamiento o la comodidad que podría tener con cualquier rollo pasajero. De verdad que quería intentar arreglar ese tema con él, porque sabía que valía la pena luchar por lo nuestro.

Si es que aún seguía existiendo un "lo nuestro".

Aparqué finalmente en el parking que había enfrente de su facultad. Me bajé del coche y tras cerrarlo empecé a mirar a mi alrededor, buscando a Gavin. Cuando mis ojos dieron con el Mercedes que estaba buscando, caminé con seguridad hasta él y me apoyé sobre la puerta del piloto.

Según lo que yo sabía –y lo que me había chivado Ryan–, su último examen terminaría en 20 minutos. Sin embargo, un rato después, di un par de pasos al lado del coche para estirarme, porque ya me dolía el trasero de haber estado apoyada en la puerta tanto tiempo, y vi como se acercaba mientras miraba el móvil.

Estaba guapísimo: llevaba una sudadera blanca, con la capucha puesta y unos vaqueros color beige. Además, andaba despreocupadamente mientras su mochila colgaba de un único hombro.

Yo también estaba colgada... por él.

Guardó su móvil en el bolsillo de la sudadera y tras coger las llaves del coche del bolsillo pequeño de su mochila, alzó la mirada y sus ojos chocaron contra los míos con sorpresa. Aunque no tardó mucho en fruncir el ceño y mirarme con molestia.

–¿Puedes apartarte? Tengo que entrar en el coche –su voz salió monótona.

–No hasta que me escuches –me humedecí los labios.

No Promises • jbDonde viven las historias. Descúbrelo ahora