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"me rehúso a darte un último beso"

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"me rehúso a darte un último beso"

El aire se enganchó en mi garganta. Las pulsaciones empezaron a subirme rápidamente. La cabeza me daba mil vueltas y el corazón me bombeaba con tanta fuerza que temía que me saliese por la boca, no sabía si de nervios o de qué.

¿Me estaba pidiendo que fuese su novia? ¿Oficialmente?

–No.

Sus ojos me miraron atónito por la respuesta, ya que por un momento ni yo misma la esperaba, pero tenía que ser fiel a lo que el corazón me decía en aquel momento. Con Justin, hacerle caso a este había salido bien hasta el entonces, así que por eso mismo quería seguir dándole una oportunidad.

–P-pero yo –Justin me miró con confusión.

–Digo no por una sencilla razón: no etiquetemos esto tan pronto –acaricié su mejilla con cariño–. En el momento que a todo se le pone un nombre, es cuando se empieza a hacer completo. Quizás deberíamos hacerlo simple, sin tener que decidir ahora. Ya hemos pasado por bastantes cosas desde que empezamos con esto, vamos a intentarlo ahora así, sin sobre complicar la situación.

Me miró no muy convencido.

–No tengo por qué ir a su fiesta como tu novia –me humedecí los labios, llamando su atención por un segundo–. Pero si puedo ir como tu chica.

–¿Cómo si fuera algo más privado? –Frunció el ceño confundido, en ese momento entendiendo lo que quería decirle.

–Algo entre nosotros.

Sin dejar que sucediese mucho más, le cogí la cara acercándolo a mí juntando nuestros labios para fundirnos en un beso, que, sin dudarlo dos veces, respondía todas las preguntas que pudiesen ser formuladas a partir de aquel momento.

Mis manos viajaron hasta mi sitio favorito: las alas de su cuello, que creía que algún día nos harían volar. Acariciando su piel y el principio de su pelo, me separé poco después, notando como con las manos, acariciaba la parte baja de mi cintura.

–Espero que te sirva como opción válida –le sonreí a muy poca distancia de los labios.

–Es mucho mejor que lo que yo tenía en mente –sonrió también y volvió a besarme.

Y nos perdimos.

Me perdí porque cada vez me resultaba más fácil encontrarle; porque sentía sus labios como el camino que me llevaría a casa: algo conocido y que me protegía de todo lo malo. Decidí perderme en él en aquel momento, porque sabía que era la salida del laberinto: la llegada a las puertas tras las que el cielo estaba escondido.

Porque estar con él se sentía como estar encima de una nube.

Todo parecía suave, delicado, frágil, pero sobre todo, algo sencillo a lo que nosotros nos encargábamos de ponerle complejidad cuando queríamos.

No Promises • jbDonde viven las historias. Descúbrelo ahora