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I can't seem to master the art of letting you go


Había aceptado lo de ir a la costa finalmente, aunque en mi interior no quería salir de debajo del nórdico de la cama nunca más.

Ya era martes y me había tocado ir a hacer la compra con Ryan para los días que íbamos a pasar en los apartamentos; acababa de salir de la biblioteca, de pasar apuntes a limpio y de organizarme las últimas semanas de noviembre, porque, los profesores, habían tenido la brillante idea de marcar exámenes antes de navidad. Además de los que ya teníamos marcados en las próximas semanas.

Encima, había empezado la semana casi que llorando por lo mal que me sentía. No sabía si alguna fuerza ancestral y divina se había alineado en mi contra, pero las cosas no parecían ir precisamente bien.

Estaba sentada en el escritorio de la habitación con el portátil, pasando las fotos del último partido a los chicos del equipo; mientras se cargaban las últimas 10 que tenía que mandarle a Pete, cogí el chocolate caliente que me había comprado en una cafetería al salir de estudiar y esperé a que cargasen pacientemente.

–¿Qué haces? –Sophie entró en la habitación.

–Les paso las fotos a los chicos –me encogí de hombros–. ¿Tú? ¿Qué tal?

–Acabo de llegar de la facultad –rodó los ojos–. Estoy agotada.

–¿Habéis hecho prácticas?

–Que va –negó–. La loca de sociología nos ha hecho copiar no sé cuántas hojas de apuntes.

–Quemadle la casa –sonreí.

Me giré hacia la pantalla del portátil una vez que se habían mandado las fotos y vi que el siguiente en la lista era Justin; por suerte, ya que en el último partido no había jugado a penas nada, solo tenía 10 fotos de él que le mandé en menos de dos minutos.

–Esa ha salido muy bien –señaló la pantalla.

Era una foto de cuando habían salido al campo ya con la equipacion. Estaba mirando el césped mientras humedecía sus labios, con un semblante serio y con el ceño fruncido, como si estuviese distante.

De todos modos, había salido muy guapo.

–Y parecías tonta, eh –intenté bromear.

–Como me digas que es porque soy letrasada, te doy.

–No –alargué la 'o' mientras reía–. Yo también pienso que ha salido muy bien.

Sophie iba a contestar cuando las dos vimos cómo la burbujita verde que indicaba un mensaje saltaba en la conversación de Justin; sin entrar en ella, pude ver lo que me había mandado a la perfección.

¿Cómo estás?

Sin pensarlo dos veces, eliminé el chat y suspiré.

–Te lo estás tomando muy a pecho.

–¿Por qué? –la miré.

–Porque no teníais nada serio, y estás actuando como si hubiese acabado con años de relación –se encogió de hombros–. Y no quiero que me malinterpretes, porque tienes todo el derecho del mundo a estar molesta, pero relájate y piensa que no todo es tan complejo como a veces pensamos.

–Es que... –hice una mueca–. Es que no lo entiendes, de verdad.

–Pues explícamelo –se sentó sobre la cama–. Soy tu amiga y estoy aquí para intentar entenderte y ayudarte cuando no estás bien.

No Promises • jbDonde viven las historias. Descúbrelo ahora