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"you say you can't live without me

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"you say you can't live without me... so why aren't you dead yet?"

Noté cómo empezaba a despertarme, pero ni siquiera me molesté en abrir los ojos. Sabía que en el momento que lo hiciese permitiría que la resaca se hiciese cargo de todo mí ser y, para ser franca, no me apetecía hacer frente a las consecuencias de lo bebido la noche anterior. Por ello, coloqué mejor el nórdico sobre mí y me acurruqué en el calor que había debajo de este y que además, se veía acentuado por un cuerpo que estaba justo a mi espalda.

Unas manos frías se deslizaron por mi estómago al notar que me movía y me acercaron al cuerpo que emanaba calor.

–Buenos días –la voz ronca de Justin sonó en mi oído.

–Buenos días –murmuré en respuesta.

Volvimos a sumergirnos en el silencio que antes reinaba en la habitación, pero esta vez yo me había dado la vuelta y me encontraba refugiada en su pecho, teniendo sus brazos tatuados a mi alrededor, sin permitir que me separase medio centímetro de él.

–¿Has dormido bien? –Noté como empezaba a acariciarme el pelo, con delicadeza.

–Mhm –respondí media adormilada.

–¿Te estás quedando dormida?

–Mhm –volví a hacer el mismo ruidito de afirmación, esta vez con una leve sonrisa.

Su pecho vibró por la leve risa que se le escapó, consiguiendo que la leve sonrisa que yo mantenía en mis labios, se ensanchara un poco más.

–¿Qué hora es? –Susurré.

–Pasa un poco de las diez –contestó unos segundos después; tras comprobar su móvil, supuse.

–Mmm –me estiré levemente, volviendo a refugiarme en su pecho–, entonces podemos dormir un poco más.

–¿Nos convenciste anoche para limpiar la casa solo para poder dormir más ahora?

–Obviamente –pasé un brazo por su cintura, abrazándole–, y no voy a conseguirlo si sigues tan parlanchín.

Cerré la puerta después de que la última persona que había allí dentro abandonase la casa. La noche había sido espectacular y toda la gente que había pasado por aquella fiesta lo había comprobado. Ryan siempre se encargaba de que todas sus fiestas fuesen así: muy rara vez habían peleas, la gente que iba siempre tenía un muy buen rollo y todos los asistentes compartían el propósito de pasárselo bien y emborracharse.

Al llegar al salón y ver que estaba lleno de vasos, latas y botellines de cerveza y alguna que otra colilla por el suelo, algo hizo click en mi mente aunque el alcohol me nublase la vista.

Odiaba las resacas con todas mis fuerzas. Tenía un mal estar horrible durante todo el día y, si además mezclaba como lo había hecho la noche anterior, el dolor de cabeza luchaba por acabar conmigo. El día siguiente a beber me convertía en un ser casi inerte que sobrevivía a base de infusiones, algo de bollería industrial –si es que el cuerpo no me reaccionaba con alguna arcada–, el calor de una buena manta y las mil y una cabezaditas que daba mientras seguía metida en la cama.

No Promises • jbDonde viven las historias. Descúbrelo ahora