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"you walked in, caught all my attention... I've never seen a man with so much dimension"

Las vueltas de las vacaciones eran lo peor: tenías que dejar atrás momentos de relax, risas y desconexión de todo lo que te rodeaba, para volver a la rutina, a los problemas y a gente que no querías ver ni en pintura.

Aparté la vista de la ventanilla de Lola y miré a Justin, que conducía despreocupadamente mientras tenía un semblante en el que se podía notar una pizca de felicidad; su pelo estaba ya algo largo y se movía de un lado al otro por el aire que entraba desde fuera del coche. Su mandíbula se marcaba a pesar de que en ningún momento llegó a tensarla y sus rasgos se veían perfectos.

Sabía que era humano, pero no lo parecía.

–Me pones nervioso si me miras así –sonrió sin volverse hacia mí.

–Lo siento –noté mis mejillas coger color–. Me gusta ver como conduces.

–¿No será que te gusto yo, más bien?

–Qué creído eres –negué y rodé los ojos por su comentario.

Era un chulito y tenía el ego por las nubes muchas veces, pero me encantaba cuando lo utilizaba para picarme y lo conseguía.

Estábamos a punto de llegar a la ciudad; quizás faltaban unos 15 minutos para llegar a la avenida más conocida –donde habíamos ido juntos al cine–, y en realidad, pisar aquel sitio de nuevo me asustaba. Si habían conseguido romper nuestra burbuja una vez, ¿por qué no lo harían una segunda?

Yo misma noté como me puse seria desde el primer momento que empecé a darle vueltas a aquella idea, sin embargo, como si lo hubiese notado él también, Justin puso su mano sobre mi rodilla mientras la otra seguía sobre el volante; acariciaba despreocupado esa zona, mientras seguía conduciendo y mirando la carretera con precaución.

Sabía que veníamos de tener un bajón y de una discusión en la que él se había pasado de la ralla y había sido un bocazas; quitando todo eso, tenía ganas de arriesgarme a su lado. Me transmitía la confianza que ningún chico me había transmitido nunca –ni siquiera Mike–, y aunque sus palabras me hubiesen hecho daño, tenía la sensación de que si no lo intentaba una vez más con él, fuese lo que fuese, me arrepentiría.

Y en caso de que saliese mal, todos tenemos derecho a aprender de nuestros errores.

–¿En qué piensas? –habló una vez que se desvió por la carretera que me llevaba hasta la residencia.

–Nada –negué. Probablemente me hubiese quedado en blanco–. No tiene importancia.

Para mí sí –me miró medio segundo.

Suspiré y me "armé de valor"; después de lo que me había contado en la playa, ya sabía por qué no soportaba a la gente y sus rumores, y entendía que todo ello para él fuese un tema tabú.

–¿Qué pasa si la gente sigue igual? –hablé, notando como la voz me salía con tono de preocupación.

–Madison –paró detrás de un par de coches, ya que el semáforo estaba en rojo. Aprovechando esto, me miró fijamente–, me da igual la gente –se inclinó hacia mí y dejó un suave y rápido beso sobre mis labios–. Me has dejado claro que tú no eres ella, así que olvídalo.

–Pero no quiero que lo fastidien todo de nuevo.

–No pienses en ello –volvió a poner su mano sobre mi rodilla y le dio un ligero apretón–. Ahora mismo solo estoy preocupado porque esto funcione. Y que funcione de verdad.

No Promises • jbDonde viven las historias. Descúbrelo ahora