Hermy era una criatura muy particular, justo por ello había sido capturado.
Apartado de su hogar, de sus amigos, del pueblo en el cual creció, fue secuestrado y encerrado en una pequeña jaula donde ni siquiera podía moverse. Todas las noches escuchaba gritos de súplica que venían de otros prisioneros, no sabía qué sucedía con ellos y por eso cada vez temía más a su destino, pues cuando despertaba podía ver que faltaban más que la mañana anterior.
Los responsables eran unas criaturas llamadas Sátiros, semejantes a los humanos, pero de la cintura para abajo tenían piernas y pesuñas de cabrío, también lucían dos cuernos cortos y oscuros que sobresalían de sus frentes. Eran muy imponentes, pues su tamaño de casi tres metros dejaba a la mayoría de las especies muy por debajo.
Hermy había escuchado historias de ellos antes, jamás deseó toparse con uno, pues era consciente de lo que esos seres solían hacer. Aun así, el destino le hizo caer en manos de esos seres que ahora le tenían preso.
Un día, cuando él ya no creía poder soportar más esas malas condiciones, uno de esos Sátiros se acercó para abrir la jaula y sacarlo sin ningún cuidado.
No esperaba nada mejor, pero jamás pensó que podía empeorar, y menos se imaginó a qué grado.
Observó sin comprender durante todo el camino mientras lo arrastraban entre dos, ahora iba colgado por los brazos desde que ya no pudo avanzar más por su cuenta. Lo llevaban por una ciudad desconocida para Hermy, todos lo miraban y eso le hacía preocuparse más.
Unas enormes puertas comenzaron a abrirse frente a Hermy, quien entonces descubrió parte de lo que ocurría; iban al palacio de la ciudad, uno oscuro y terrorífico si se lo preguntaban. Miró con pánico hacia atrás buscando ayuda, viendo con desolación que todos los presentes habían dejado de observarle y parecían fingir que no estaba ahí.
No tenía manera de escapar, se encontraba demasiado débil y su magia nunca había sido muy buena, pero fue peor darse cuenta que dentro de esas murallas su cuerpo comenzaba a doler demasiado, sentía que su alma se quebraba y la magia en su interior era expulsada de él para ser absorbida por el lugar. ¿Qué era ese sitio?
De nuevo fue encerrado en una jaula, aquello le hizo saber que lo estaban esperando. Le forzaron entrar llegando incluso a golpearlo, hasta que estuvo hecho un ovillo en el interior y pudieron cerrar la reja.
Hermy no se quejaba por más doloroso que era, por más golpes y heridas que le produjeran. Vio a dos elfos silvestres acercarse, pero ya no fue capaz de escuchar lo que decían. La poca resistencia que le quedaba se había agotado y, tras un pesado parpadeo, ya no volvió a abrir los ojos.
—Estúpidos Sátiros, ¿Cuándo van a entender que no quiero sus ofrendas? —se quejaba aquel demonio, viendo la jaula que habían llevado a su habitación los elfos que le asistían.
—Señor, usted sabe que rechazar sus presentes sería una gran ofensa.
— ¡Me importa un carajo si se ofenden!
—Cariño, ¿tengo qué repetirte lo conveniente que es tener aliados? —habló una bella mujer, interrumpiendo a los presentes. El par de elfos salieron de ahí inmediatamente.
Una mujer, que de hermosa solo tenía el aspecto externo, pues era temida por reinos enteros gracias a su crueldad y mala fama, creada a base de verdades.
—Madre, no estoy hablando contigo, no te entrometas en mis asuntos. Si tanto te gustan estos obsequios, quédatelos.
—Odio a esas criaturas que siempre te traen, mejor mátala cuando termines. —sugirió ella encogiéndose de hombros. — ¿Qué es ahora? Un elfo, un Hada, ¿qué criatura destruirás esta vez?
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EL REY DE VARNOW
FantasyEste era un mundo aparentemente diferente al que conocemos. Un amplio número de especies míticas existían ahí, sin embargo, había algo en común con el mundo humano; la crueldad de algunos que destruía a otros. Donde la magia abundaba en cualquier cr...