Capítulo 27

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Después de unos días, Baltazar finalmente volvió a aquella habitación que él mismo mandó a convertir en una vil jaula. No había puesto un pie ahí desde que llevó a Yamil, aunque diariamente pedía que le llevaran alimento y agua.

Lo último que deseaba era ver esos ojos grandes y tristes mirándole con recelo, pero tras una semana recibió información nada grata sobre el chico, una sirvienta lo había notado cuando le llevó la cena horas después de haberle dejado la comida, encontrando el plato intacto justo donde lo dejó. Eso sucedió un día antes, pasó lo mismo a la mañana siguiente, la cena no fue tocada y Yamil estaba recostado en el mismo sillón que en la noche anterior.

Baltazar no pudo evitar preocuparse, solo él era capaz de abrir la reja, lo hizo de inmediato y tras volver a cerrar caminó de prisa hacia el muchacho, notando que debió mover por sí mismo aquel sillón del que la sirvienta le habló, pues de haber estado en medio de la habitación, ahora se encontraba frente a la ventana, al ras de las rejas que no podían verse, sin embargo, ahí estaban impidiendo que Yamil se acercara más.

No fue lo único que encontró, un montón de vidrios rotos en el piso bajo esa misma ventana por donde entraba el aire del exterior, él las dejó cerradas y por si fuera poco estaban protegidas por fuera con barrotes, había un adorno de metal en el piso junto con todos esos cristales.

Cuando estuvo suficientemente cerca, tomó el sillón jalándolo hacia atrás y se plantó frente a Yamil pensando en algo nada agradable como explicación a que no se hubiese movido en todo ese tiempo. Suspiró disimulando su preocupación en cuanto Yamil se levantó de prisa mirándole asustado, aunque no era el mejor recibimiento, al menos no se trataba de una escena peor.

— ¿Se puede saber por qué no has comido desde ayer? —cuestionó tomándole del brazo para obligarle a ponerse de pie.

Yamil no respondió, tampoco opuso resistencia y caminó torpemente hacia donde Baltazar le llevaba, bajando la mirada de inmediato.

— ¿Acaso crees que así vas a salir de aquí? Lo único que lograrás será enfermar y asesinar al bebé, ¿eso es lo que quieres? —le reprochó tirándolo en una silla.

Yamil sollozó encogiéndose y negó amedrentado. Baltazar fue a la entrada tomando la bandeja que estaba sobre una pequeña mesa, era el único sitio por donde podían dejarle cada alimento, enseguida volvió y la puso sobre las piernas del chico.

—Termínate eso, ahora.

El pequeño volvió a negar y se cubrió la boca ahogando un quejido.

— ¿Prefieres que hablemos de cómo rompiste la ventana? ¿Crees que puedes hacer lo que te viene en gana solo porque pasé por alto tu estupidez de hace días?

Yamil se levantó bruscamente tirando la bandeja y corrió hacia el baño hincándose en el piso junto al retrete, haciendo un fuerte esfuerzo mientras vomitaba. Baltazar le encontró así después de seguirle molesto, pensando que se trataba de otro de sus desplantes.

Al ver lo que pasaba entendió que el chico no se sentía bien, tras difíciles intentos de parar aquello siendo que no vomitaba más que una especie de líquido amarillento, Yamil se incorporó despacio y fue al lavabo para enjuagarse la boca, se recargó ahí segundos después al ver que en la puerta estaba Baltazar impidiéndole el paso.

No quería hablar con él, no quería siquiera tenerle cerca, por ello trató de no darle razones para ir a verle, comía todo lo que le llevaban las sirvientas y se comportaba correctamente, suponía que, si no le daba motivos, Baltazar no volvería. Pero, conforme pasaron los días no pudo hacerlo más, la mañana anterior, tras haber desayunado, sintió tantas nauseas que le hicieron devolver hasta el último bocado. Desde ese momento nada estaba bien.

EL REY DE VARNOWDonde viven las historias. Descúbrelo ahora