Capítulo 5

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Durfen estaba más que enfadado, la rabia corría por sus venas, ese imbécil le había desobedecido, aún tras la advertencia que le dio.

—De no ser por mí, estarías aún enfermo y muriendo bajo la ventana. —siseó Durfen soltando el primer golpe al rostro del menor, inmediatamente comenzó a sangrar, pues le abrió el pómulo.

—Oye, es demasiado lindo como para que destroces su rostro. —dijo Zero observando desde la puerta de la habitación, había seguido a Durfen pensando quizá en evitar que ese hermoso chico se desperdiciara en sus manos. —No me digas que trataba de escapar cuando lo encontré.

—Lárgate.

—Durfen, te conozco muy bien y sé que posiblemente acabarás con su vida ahora que te encuentras tan molesto, por eso estoy aquí. Sabes que me interesa la mercancía nueva, si quieres castigarlo, ¿qué mejor forma de hacerlo con mi ayuda? Mis clientes disfrutarán estrenándole. —se acercó deteniéndose junto a Durfen, colocando una mano en su hombro y suspiró. —Es perfecto, hace tiempo no tengo algo así en mis manos. Nunca aprovecharás su cuerpo, solo considera lo que puedo hacer con él, sabes que no hay castigo peor para una criatura de luz, y tú no caerías tan bajo como para tomarlo.

—Claramente te dije que te fueras. ¿Acaso no escuchaste? —murmuró Dante, volteando a verle de forma escabrosa.

Zero se alejó de inmediato, miró por última vez al chico que lloraba con pánico, era una lástima y un gran desperdicio, pero si no se marchaba Durfen iba a atacarle, su mirada salvaje y oscura dejaba en claro que no estaba jugando, que iba a destruir todo aquello que estuviese cerca.

Sin embargo, las palabras del pelirrojo quedaron muy marcadas en la mente de Durfen. Comenzó a caminar en círculos rodeando al pequeño que temblaba entre las cadenas y el pilar de mármol.

—El peor castigo. —meditó Durfen tras unos segundos, volviendo a detenerse frente a la mirada aterrada del menor. tomó su rostro con una mano que dirigió a su cuello mientras hacía que las cadenas cayeran. —Has sobrevivido a todo lo que te he hecho, pero dudo que esto vaya a ser tan fácil para ti. Mientras débil seas, más rápido acabará.

El demonio contempló aquellos ojos violetas, grandes y confundidos, pues no comprendía a qué se refería. Su pequeña y afilada nariz, sus labios suaves y carnosos, pero sutiles, que estaban entreabiertos. Era verdad, ese chico resultaba ser una belleza, una muy extraña e inquietante, pues no había perdido ese aire tierno y puro a pesar de las múltiples torturas a las que le sometió. Solo quedaba una cosa qué intentar, la última carta para acabar con esa inocencia estúpida.

Lo soltó jalando con brusquedad la sábana que le cubría, a pesar de los intentos que el otro hacía por evitarlo, volviendo a tenerle enteramente desnudo. No era una imagen nueva, lo había visto así todo el tiempo, pero no se había fijado en sus delicadas extremidades. Para haber pasado sin comer tanto tiempo, el chico no lucía tan demacrado como esperaba, ese cuerpo era una gran tentación cuando se le observaba atentamente.

Su piel era suave y blanquecina, a pesar de algunas marcas por heridas que aún no acababan de desaparecer, lucía apetecible, demasiado, a decir verdad. El torso y la cintura eran exquisitos, tenía sutiles curvas en la cadera y luego al bajar estaban esas piernas delgadas y largas, no había nada de más, tampoco le faltaba. Durfen observó el pequeño miembro de la criatura y frunció el ceño al notar que tenía rasguños.

¿Acaso ese mocoso se había tocado de aquella forma? Quizá, no iba a dudarlo cuando aún recordaba haber visto una leve erección en él, cuando la reina de los brujos le visitó en esa misma habitación. Lo que le parecía extraño era que parecía algo lastimado, era difícil pensar que ese chico se hizo algo así por su propia mano. La noche anterior, durante el baño, no tenía tales rasguños en esa zona.

EL REY DE VARNOWDonde viven las historias. Descúbrelo ahora