Capítulo 23

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Aún no salía el sol cuando Durfen logró entrar al palacio, sonrió burlonamente pensando en lo confiado que había sido Baltazar al no tomar en cuenta entradas alternas.

Sin embargo, debía darse prisa, su poder no tenía control desde que todo eso comenzó, era imposible ocultar tal magnitud de energía, no tardarían en descubrir su presencia y tendría que marcharse de inmediato, pero no se largaría sin su hijo y Hermy.

Había pasado horas perdiendo sangre por las nuevas heridas, sin embargo, no le afectaba demasiado, a pesar de toda esa mierda, él era un demonio poderoso, jamás sería vencido por un estúpido campo de protección. Tampoco podía subestimar la situación, era consciente de que Baltazar tenía ciertas ventajas, ser mitad dios e hijo de uno de los demonios más temidos en su momento, haber heredado aptitudes de sus padres le convertía en un enemigo peligroso, sin mencionar que sus hermanos también estaban involucrados, tres demonios poderosos no serían fáciles de vencer, mucho menos cuando no podía controlar su magia.

Había entrado por los calabozos, notando que los prisioneros habían sido liberados y algunos asesinados, parecía ser que aquellos invasores tenían enemigos en común con él.

Subió sin ser visto, no le sorprendió la poca o nula vigilancia, esos idiotas se habían confiado demasiado.

Fue recorriendo cada maldito rincón del palacio comenzando a fastidiarse por no encontrar nada. Decidió ir hacia las habitaciones principales, donde se encontraba la suya. Mientras se acercaba más, la duda comenzó a surgir. Una cosa era que aquellos demonios fuesen confiados, y otra muy distinta era que después de tanto tiempo no había visto ni a una sola persona rondar por los pasillos.

Algo no andaba bien, pero estaba ahí, no le quedaba más que seguir adelante.



Yamil se había quedado dormido después de quedar realmente agotado por lo que hizo horas antes. Baltazar, por el contrario, solo se recostó para observarle, el chico tenía su vientre apenas algo inflamado, era casi imposible saber que estaba embarazado, pero el demonio podía sentir los latidos de su hijo cada que ponía su mano justo donde debía estar formándose.

El tiempo se le fue en ello, cuando una extraña sensación le hizo ponerse alerta y salir de la cama para vestirse. Había esperado que Durfen intentara recuperar su reino, pero no pensó que sería tan rápido. Lo detectó apenas puso un pie dentro de los calabozos, inmediatamente salió de su habitación y fue a dar indicaciones a todos los que merodeaban por ahí, en su mayoría sirvientes.

Les pidió que se marcharan del palacio, si Durfen planeaba pelear, eso se complicaría. Tras hacer aquello, volvió por Yamil y lo cubrió con una manta para sacarlo de ahí, llevándolo con Koller, no expondría al chico, seguramente Durfen no sabía de su existencia, y eso era lo mejor.

Finalmente, y como estrategia, buscó a Hermy en la habitación donde lo había dejado, al entrar lo encontró dormido, recostado de lado con el pequeño dragón enroscado y reposando la cabeza sobre las piernas del chico, mientras el bebé estaba entre sus brazos.

El dragón abrió los ojos como si hubiese sentido su presencia, Baltazar se acercó con cuidado y se inclinó hacia él evitando que hiciera algún ruido que pudiese despertar a Hermy.

—Shhh, ¿quieres ver a tu padre? Seguro que sí, ven en silencio.

Aquella cría pareció entender y brincó bajándose de la cama para correr hasta la puerta, Baltazar se acercó a Hermy acomodándole al niño mejor antes de cargarlos a ambos y dirigirse hacia el pasillo. No despertaría al chico, después de todo necesitaba recuperarse.

EL REY DE VARNOWDonde viven las historias. Descúbrelo ahora