E X T R A #1

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Esta era la primera prueba. El texto está completamente sin modificar, con todos los fallos que tenga fue como lo envié.

Os invito a todos los escritores a que lo hagáis con vuestras novelas. Es divertido.

Pd: Este texto no está dentro de la historia.

Los funerales son la excusa perfecta para vestir de negro

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Los funerales son la excusa perfecta para vestir de negro. Hay personas a las que les cuesta muchísimo encontrar una prenda oscura en su armario, sin embargo, para mí era algo sencillo. Mi ropa negra era lo que más me diferenciaba de muchas chicas que amaban vestir coloridas, a diferencia de Amelia, quién viste incluso más de negro que yo.

                Diría que los Morgan vienen con una sonrisa en los labios que los caracteriza. Diría que Amelia y Artemisa vienen deslumbrantes de la mano y que Dory y Christina lucen imponente. Describiría a Apolo, pero él se encuentra encerrado en ese ataúd, el mismo al que venimos a ver.

                Todos nos sentamos en las sillas de plástico frente al ataúd y el estrado, ahí se encuentra el cura. Es curioso que en un día como hoy, en el que venimos a despedir a una persona tan importante para todos, haya sol. Y no un sol normal, este calienta el ambiente y te hace recordar más a Apolo. Posiblemente, él bromearía con algo como que con este sol podría ver a chicos buenos sin camiseta corriendo por la calle. Pero es ese silencio amenazador sin sus típicas bromas el que  nos recuerdan a todos por qué estamos aquí.

                El cura aun no comienza la misa y es muy irónico que el entierro sea religioso, pues Apolo era más gay que humano. El cura comenzó a hablar de Apolo con las típicas palabras que se utilizan para un hombre muerto. Amable, cariñoso y brillante. Pero no hablan de Apolo. Si hablase de él hablaría de su sentido del humor, de su perversión o de su manera de hacer reír en cualquier momento. Y no faltaría mencionar su increíble talento para la cocina. Sin embargo, el cura solo lamenta su perdida, pero todos sabemos que Apolo querría que sonriéramos.

                Se escucha de fondo el sonido de unas muletas y me giro –Sin soltar la mano de Jack- un poco hacia la izquierda. Aprieto nuestras manos con fuerza y noto su mirada alarmada en mi rostro a medida que el sonido de las muletas se acerca y se ve mejor la persona que las lleva, sin embargo, yo ya le había reconocido seis metros atrás.

                Anthony, escoltado por un policía, camina con dos muletas hasta la zona de sillas donde la familia Gray y nosotros, sus amigos, nos encontramos escuchando al cura. En la fila  de sillas de enfrente, Artemisa está pidiendo paso y Amelia la mira sin comprender demasiado. Va a ir a decirle algo a Anthony. A mí también me gustaría gritarle muchas cosas. Tengo muchas dudas para él pero mi ira solo me dejaría intentar romperle la pierna en la que la bala no le llegó.

                Suelto la mano de Jack y me levanto para ir tras Artemisa. Veo por el rabillo del ojo como Jack nos observa y Amelia pide de nuevo paso para marcharse. Le pongo la mano en el hombro a Artemisa cuando esto detrás de ella para frenarla. Estamos a unos siete metros de Anthony.

                -¡¿No tienes vergüenza?! –Le gritó mientras intentaba liberarse de mi agarre. Me clavaba las uñas en las manos para que la soltase pero era algo a lo que me negaba completamente. Podía matarlo y ese privilegio sería solo mío-. ¡Asesinas a mi hermano y tienes la cara de venir!

                -Relájate, niña, fue un accidente. Vengo a dar el pésame. –Lo fulminé con la mirada mientras intentaba aguantar a Artemisa. Amelia llegó a nuestro lado e intentó calmar lo que pudo a Artemisa, pero esta parecía estar al borde de la locura.

                -¿Accidente? ¡Tú disparaste esa pistola! ¡Ibas a matar a mi amiga pero acabaste con mi hermano! ¡Fue premeditado, maldito hijo de perra! ¡No mereces ver la luz del sol! ¡Tú deberías estar en ese ataúd, escoria!

                Artemisa cayó de rodillas y rompió a llorar. Amelia no tardó ni un segundo en agacharse y abrazarla mientras la atención de todos era fijada en nosotros. Pero yo seguía en pie, mirando cara a cara al hombre que había intentado matarme en más de una ocasión.

                -¿Por qué le dejaron venir? –Le pregunto al guardia que tiene a su lado pero manteniendo la vista fija en él. Al primer movimiento le metería la muleta por el culo.

                -Sus intenciones parecían buenas. –Respondió el hombre. Giré lentamente mi cabeza hasta el hombre con uniforme azul marino y entrecerré los ojos.

                -Primer error, ningún asesino tiene nunca buenas intenciones. Menos aún en un lugar en el que la que debería ser su víctima se encuentra. –Noté una leve presión en mis hombros y las mariposas de mi estómago me avisaron de que el causante era Jack. No me hizo falta mirarle para saber que su mirada asesina estaba dirigida hacia Anthony.

                Unos pasos se escucharon a nuestra izquierda, no era ni más ni menos que la madre de Apolo, quién se dirigía al policía con un claro enfado.

                -Sáquelo de aquí. Mató a mi hijo. No lo quiero aquí. Sáquelo ahora o lo sacaré yo. ¿Me está escuchando? ¡Quiero a este asesino fuera de mi vista! –Bramó la señora Grey temblando como si tuviera un terremoto interno y todo su mundo se estuviera cayendo en mil pedazos. El señor Grey la abrazó por la espalda y ella se giró para llorar en su hombro. El policía comenzó a alejarse y le susurró a Anthony que lo imitase, pero no lo hizo.

                -¡¿Qué no entendiste?! –Grité yo, ya no podía más, mi autocontrol estaba en la mierda- ¡Fuera de aquí! ¡Vete de nuestras vidas! ¡Olvídate de mí y de todos mis conocidos! ¡Asesino! –Jack me abrazó más fuerte de forma protectora. Mi ira subió más si es posible al ver que Anthony comenzaba a reírse. Todos aquí destrozados y él riéndose como si fuese algo extremadamente divertido que hubiera matado a alguien.

                -Te veo destrozada, Brooke –Murmuró-. Espero que estés así por mucho tiempo.

                Si Jack no me estuviera abrazando, si Artemisa y Amelia no estuvieran en medio para separarnos y si el policía no estuviera aquí lo hubiera matado con mis propias manos. Sin embargo, lo único que pude hacer fue escupirle en la cara antes de que el policía tirase de él y le obligase a caminar.

                -¡Púdrete en la cárcel! –Le grité antes de agacharme para poder consolar también a Artemisa.

                ¿Cómo podía continuar con mi vida sin recordar que la bala que mató a Apolo debería de haberme matado a mí?

Bad Girl Good LipsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora