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Desperté con la boca seca y mi cuerpo un tanto contracturado, como solía ser cada vez que salía hasta tarde. Me levanté de la cama con cuidado, tratando de no despertar a Victoria que dormía pacíficamente a mi lado usando una playera contra su voluntad. En cuanto me puse de pie tuve que recargarme de la pared o me caería, seguía algo mareado. Intenté golpear un poco mis mejillas para despertar completamente y no tirar todo lo que estaba a mi paso de camino a la cocina. No es como si tuviera muchas posesiones, pero un par de muebles sí.

Caminé lentamente a la cocina y me serví un vaso de agua del grifo, sentí como si mi garganta reviviera de una pesadilla de 100 años. Cerré los ojos mientras el agua fría hacía maravillas en mi cuerpo. Después de beber 3 vasos llenos, lo dejé junto a la estufa y me dirigí al baño para hacer mis necesidades y lavarme la cara. Minutos después escuché a Victoria gritando mi nombre con desesperación, tomé la toalla para secar mi rostro al mismo tiempo que abría la puerta.

-¿Qué pasa Victoria?- pregunté tratando de descubrir dónde estaba.

-¡Sebastian!- gritó de pronto en cuanto me vio. Su rostro crispado en agonía y sorpresa al mismo tiempo.

La recibí en mis brazos y sentí su agarre fuerte como si no me quisiera soltar nunca más, le devolví el abrazo y pude sentir sus lágrimas en mi torso antes de escucharla sollozar.

-Estoy aquí, estoy aquí- dije acariciando su cabello.

Cuando se calmó minutos después, la llevé de vuelta a la habitación y ambos nos acostamos sobre el colchón.

-¿Me vas a decir lo que te pasa?- pregunté después de un rato.

-Soñé que desaparecías... fue horrible, un día simplemente ya no estabas, y no tenía nada que pudiera probar tu existencia. Alguien más vivía aquí, no tenía ninguna foto contigo, ni siquiera tenía tu número en mi teléfono... Desperté y no estabas a mi lado... El miedo me gobernó por un momento.

Sonreí ante su pesadilla porque me di cuenta lo mucho que yo significaba ahora para ella.

-No me iré, y si lo hago tú serás la primera en saberlo.

-¿Has pensado en irte? ¿En regresar a América?

-Sí.

-¿Lo harás?

-Tengo que regresar para renovar mi permiso de residencia.

-¿No puedes hacerlo aquí?- preguntó pegando su cabeza a mi pecho.

-Trataré.

Más tarde nos aseamos para poder salir a almorzar, ya que era tarde y nuestros estómagos lo sabían. Me vestí rápido y me sentí como John Travolta en Vaselina, al cepillar mi cabello corto. Bajé las escaleras mientras me colocaba mi abrigo gris y una bufanda alrededor de mi cuello, toqué el timbre del departamento de Victoria y esperé pacientemente mientras me abotonaba el abrigo.

Emergió de su departamento con un abrigo beige y poco maquillaje sobre su bello rostro. Me sonrió dulcemente y beso mis labios ligeramente dejando marca de su brillo labial sobre ellos. Lo limpió con su pulgar y se puso sus guantes después de cerrar la puerta con llave. Ayudé a colocar su beanie sobre su suave cabello y no pude evitar bajas mis manos a sus mejillas y darle un beso largo.

-Si no te detienes, no saldremos de aquí- dijo Victoria entre besos.

-Está bien, vamos.

El día pasó demasiado rápido para mi gusto, almorzamos, fuimos al supermercado para comprar comida y de pronto ya eran las 5 de la tarde y ya estaba oscureciendo cuando regresamos a casa. Entré a su departamento con dos bolsas grandes de tela con el montón de comida de ella, mientras que ella cargaba una sola bolsa que era la mía. Las dejamos sobre la mesa de la cocina y fuimos a su habitación.

Viena (Sebastian Stan - español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora