Ojos para Marinette

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     Desde mi encuentro con el señor Dupain en el hospital,  he hecho lo posible por hablar con él, tratar de convencerlo para que pueda ver a Marinette. Es una horrible tortura no verla.  

   Creí que después de lo que pasó con su hija iba a ceder, parece ser que debo esperar otro poco más para estar con ella nuevamente. No podía dejar de pensar en Marinette, ni siquiera cuando Sophie me hacía las terapias. Tan cerca y pensar que pudo haber sido la última vez que nos viéramos.

   La amo.

   La deseo.

   Deseo tenerla de nuevo a mi lado.

   Lo único que calmaba el martirio era los mensajes que le enviaba, me alegro que el señor Dupain no hiciera nada para detenerla en enviarme cartas, tal vez ni siquiera lo sabe. Su salud ha estado mejorando según leía, y me aseguraba que estaba volviendo a comer mejor. Aunque la distancia nos separe, se siente cerca de mí cada vez que le escribo, como si pudiera hablarle con cada palabra que dejo impreso en el papel.


     Estaba dentro de un laberinto en el cual crecían acacias en las paredes  por cada paso que daba, las acacias crecían y crecían, más adelante había retratos presentes de mi hijo, mi esposa y Marinette que no dejaban de cubrirse con las espinas de acacias. Al tocar el retrato de Marinette, las acacias desaparecían y se transformaban en mariquitas, tocar el de mi esposa se disolvía en plumas y el de mi hijo se hacía pedazos junto a las espinas de acacias.


     Desperté debido a la alarma que había programado, aquel día estaría ocupado con algunos asuntos que debo arreglar de último minuto. Hice lo posible por retrasarlo pero ahora no puedo, Chloé Burgeois venía para saber los detalles del vestido que me encargó su padre para la Semana de la Moda. Ya se habían encargado por mí de tomarle las medidas, ahora quería averiguar como iba y como sería el diseño, al menos eso escuchaba en mi oficina cuando estuve en su presencia.

—Mi papi, el alcalde, espera que todo vaya a estar como yo lo quiero. Y no se olvide presentar mi vestido entre las primeras de la pasarela.

—Será tal y como me lo ha pedido tu padre —le respondí.

  Seguramente fue a petición de ella el pedirme el alcalde incluirla en el desfile de mis diseños en la Semana de la Moda. Aunque claro está, le tuve que exigir con toda la seriedad de un profesional que soy en no olvidar la práctica para desfilar adecuadamente para la sesión de fotos. No solamente es caminar sobre una pasarela, tiene que ensayarse y coordinarse adecuadamente para no haber tropiezos durante el evento.

—Por favor, señor Agreste. No se preocupe, su desfile estará más que fabuloso cuando todos vean a mua, la hija del alcalde, desfilar con un vestido diseñado por usted.

«Tengo mis dudas, jovencita, sobre todo por intentar hacer pasar el diseño del sombrero de Marinette por suyo. Aunque seas la hija del alcalde».

—Exijo la perfección.

—Y la tiene, señor Agreste, soy perfecta, igual que Adrien —fanfarroneó ella.


—Muy bien, señor Agreste, ahora levántese.

   Finalmente había llegado el día, abandonaría mi silla de ruedas por muletas, no puedo creer que vaya por fin a mantenerme de pie, ya estaba ansioso por abandonar esa silla, pero todavía voy a tener que continuar con el ejercicio de terapia que Sophie me ofrece para recuperarme por completo. Fue muy complicado el caminar con las muletas, tendría que aprender a acostumbrarme.

Nínfula ParisinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora