Pequeña cura

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—La caída le dejó unas pequeñas torceduras en los tobillos. Otra fractura en la columna y hubiera quedado parapléjico de por vida.

   Fueron las palabras que me había explicado el doctor al ver las radiográficas y chequeos médicos que me hicieron. Podría recuperarme en pocos días, eso es casi un alivio, casi, debido a que me ha dejado un temor de volver a caerme por las escaleras; si eso significa volver a esa sillas ruedas, esta vez, para siempre. Y eso no explicaba por qué sentí el dolor en mis piernas antes de caer por las escaleras, en cuanto lo dije, el doctor dijo que podría haber sido un problema de circulación.

—Afortunadamente no ocurrió nada peor, señor —me alentaba Nathalie. —Se podrá recuperar rápido, avisaré de su reposo.

   A pesar de tener un tratamiento para aliviar el dolor, todavía seguía invadiéndome, no podía soportar el dolor en las articulaciones, era una tortura incluso para caminar con el bastón. Por lo tanto, la mayoría de mi tiempo me la tuve que pasar sentado o acostado para apaciguar un poco el dolor, mientras menos me movía, el dolor era bajo.


   Ya había pasado una semana y el dolor no se aliviaba, a pesar de que el traumatólogo me ha dicho que mi torcedura de tobillo está curada, lo único que le atribuye a mi dolor, es un problema de circulación en las piernas debido a que, la columna no presentaba problemas ni fracturas graves.

   Mi caminar se hizo despacio y con lentitud, cada paso me mortificaba más, temo no poder estar recuperado del dolor para la Semana de la Moda. Con el dolor, no podía trabajar bien, a pesar de estar sentado en la silla de mi oficina.


   Nunca esperé ver que mi hijo, también estaba preocupado por mí, cuando entré a su habitación y observó cómo intentaba caminar hasta sentarme en su sofá sin tener que soltar un quejido de dolor.

—¿De qué querías hablarme, Adrien? —le pregunté.

—Sobre lo tuyo con Marinette.

   ¿Será posible que mi hijo estaba al fin, aceptando mi relación con mi nínfula? ¿Aceptará que nos amamos?

—Es pasajero —me dijo. —Para Marinette, es sólo un capricho, sólo es por enseñarle a tener relaciones sexuales. Ya me lo han dicho, un día se dará cuenta del error y te dejará.

«¿Qué tonterías me está diciendo? ¿Un capricho? Imposible. Me niego a creerlo, mi hijo lo que en realidad quiere, es separarnos» pensaba.

   Toleraba que no lo aceptara, pero decirme que soy un capricho, que me está usando, eso es imperdonable.

—Ella me ama, aunque no seamos de la misma edad. Nuestro amor es real.

—Ya verás que no es así —murmuró Adrien. —Yo no podría comprenderlo, pero ahora con lo que sé, puedo saber que en realidad no es amor lo que tienen.

—Hijo, algún día lo entenderás. No sé quién te ha dicho esas tonterías. Así que te ordeno, que no vuelvas a prestar atención a esas habladurías.

—Papá, por favor. Déjala, mira cómo te ha dejado. Eso no es amor, y si sigues con ella, sólo te traerá más dolor a tu vida.

—¿Y desde cuando te importa mi vida? —le indagué. —¿Cuándo empezaste a preocuparte por mí? ¿Si desde que supiste el secreto te encantaba verme sufrir? Hasta me deseabas muerto.

   El bajó la cabeza y la volteó hacia un lado. Parecía que mis palabras le habían tocado por tener algo de verdad. Me alegra que ahora quiera compaginar conmigo, pero no comprendo cómo de un momento a otro, pudo cambiar su mentalidad.

Nínfula ParisinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora