Entre el padre y el hijo

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Sé que Nathalie sabe sobre nuestra relación, pero no puedo dejar de morirme de la vergüenza por vernos a los dos juntos.

—Te entiendo, Marinette.

Mientras más miro el calendario, más ansiosa estoy por la Semana de la Moda. Desearía poder ir.

—Juro que lograrás asistir y estarás a mi lado.

   Lo tengo todo preparado para ti. Solo me falta hablar con su padre. 

   Y para eso, debo buscar el momento justo. Buscar la forma de convencerlo será un reto muy complicado; mas confío en que lo lograré, si pude con los retos que he obtenido como diseñador, entonces podré hacerlo con el padre de Marinette.


—El desfile es en cuatro meses ¡Cómo permitieron que esto pasara!?

   Frustado, así me tenían mis empleados, permitir que dos de mis diseños de joyería y accesorios se perdieran. Me están costando mi tiempo y dinero.

   ¿Qué presentaré en la Semana de la Moda?

—Nathalie — le dije viéndola acercarse. —Necesito arreglar este asunto, cancela mi reunión con los fotógrafos y el editor. 

   Imposible que en dos meses se vayan a hacer esos accesorios, sólo podrán estar listos la mitad de ellos. Y cuando hablé con el responsable del problema, me suplicó que le diera una semana para encontrar los accesorios, los cuales seguramente, según él, tenía fe en que fueran a aparecer nuevamente; mi contestación fue darle tres días como mínimo o sería despedido.

«No más errores».

   Con esta agenda no voy a poder ir a hablar con el señor Dupain.

   Suspiro. 

   El trabajo será primero, por ahora.


   Casi estaba llegando la noche, en la ventana de mi oficina podía notarse el cielo cambiar de color y los edificios tornándose de otro brillo por los reflejos del sol que se iban apagando. Me preguntaba por Marinette, he estado tan ocupado que no he podido llamarla, y sé que ella no puede llamarme a mí todo el tiempo para evitar que su padre descubra nuestro contacto a escondidas. 

—Padre, yo...

   En ese momento yo había sacado la caja de terciopelo para admirar la joya que le quiero regalar a Marinette, por lo que cerré la caja antes de que mi hijo se diera cuenta de lo que había mientras se acercaba a mi escritorio. Aunque ya era muy tarde para ocultarlo cuando me preguntó:

—¿Qué es eso?

—Es una joya que le pienso regalar a Marinette. —Respondí. No pienso ocultarle nada  mi hijo, así que no me apena decirle lo que es.

—Espero que no sea un anillo, padre. Que grotesco sería que convirtieras a Marinette en mi madrastra —murmuró él.

—Yo amo a Marinette, no debes inmiscuirte en lo que haga con ella.

—Primero tienes relaciones sexuales con ella, y ahora esto —espetó.

   Estaba dando media vuelta para marcharse cuando comencé a decir:

—Es algo que tú no podrás entender.

—Ella tampoco, —y se volteó a verme. —Estamos cerca de la misma edad, no comprende nada, yo tampoco, nunca lo hará. Debiste pensarlo antes de tomar esas acciones.

—Nada de lo que hice estaba previsto. Ni siquiera el enamorarme de Marinette.

   Parecía frustrado por la forma en la que lo vi agarrarse la cabeza.

Nínfula ParisinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora