De piel a piel

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   Sus labios besando los míos me embriagaban, siempre eran tan dulces sentirlos, pero ahora, se volvieron un manjar. Una delicia que temía que tan pronto como me separara de ella no volvería a probar, tanto como probar el sabor de su piel.

   No quería perder ningún segundo, la deseaba conmigo, la deseaba desnuda, no me importaba si lo hiciéramos en mi oficina. Mas me detuve unos segundos cuando estuve besando su cuello.

—Espera aquí.

   Lamento tener que interrumpir este momento, mi nínfula, pero no puedo continuar de ese modo sin mi debida protección, pensaba tomándola de la cintura y sentandola en el sofá.

   Me volví a abotonar mi camisa y salí de mi oficina directo con mucha rapidez hacia mi habitación. Acercándome a la mesilla, saqué de un cajón un condón de una caja que tenía guardada dentro.

   Con la misma rapidez en la que me fui, regresé nuevamente a la oficina con el condón en mis manos.

Marinette no pudo evitar soltar una pequeña risa al verme entrar de esa manera.

—Arruinaste un buen momento — me comentó.

—Lo sé, pero esta vez, todo ha sido de imprevisto.

   Al escuchar mi comentario, Marinette volvió a reírse.

—No te rías o tu acabarás arruinando el momento — dije acercándome a ella.

   Y cuando estuve cerca, tomé a Marinette por la cintura y la cargué en mis brazos, plantando un apasionado beso sobre sus labios. De un momento a otro, ella me había rodeado con sus brazos mi cuello y me besaba como si estuviera saboreando mis labios.

   Mi nínfula, calma un poco tus ansias, el sabor de un platillo tan dulce y exquisito tiene que saborearse muy lentamente para tener una verdadera sensación de placer.

   No perdía ningún detalle de su mirada cuando la bajé de mis brazos con mucho cuidado hasta ver que sus pies tocaban el suelo, me fui hincando hasta ponerme de rodillas.

«Soy capaz de más que estar de rodillas frente a ti».

   Allí, mi manos se deslizaron por debajo de su falda hasta tomar las esquinas de su ropa interior y deslizándolo hacia abajo sobre sus piernas hasta terminar bajo sus pies. Por impulso, me parecía, Marinette levantó un pie y luego el otro para que yo le quitara su ropa interior, después ella también se fue poniendo de rodillas y me besó; besos los cuales correspondí rozando mi lengua sobre sus labios. 

   Por impulso me quité la camisa, me levanté y la senté sobre mis piernas encima del sofá, durante mi trayecto pude escuchar una pequeña risa por parte de ella antes de besarme nuevamente, deslizando su lengua dentro de mi boca.

   Tuvimos que separarnos a respirar cuando sentimos que el aire nos estaba faltando en nuestro acto de besos.

   Como cada segundo era valioso y no quería perder ninguno, mis manos recorrieron su camisa hasta desabotonarla por completo. Podía contemplarla mientras le acariciaba su cintura hasta elevar mis manos a su espalda, por encima de su brasier y desabrochándolo por debajo de su camisa.

—Eres hermosa — le susurré cerca del oído antes de besarle el cuello.

   El saboreo de su piel me llena de deseo, de placer, cuando sus manos acariciaron mi rostro y pecho antes de besarme de manera apasionada. La separo un momento contemplado su rostro, tan hermosa con aquellos ojos azules y sus mejillas que se tornaron más rojas, relucían una exquisitez en ella que si fuera un pintor ya estaría plasmando la belleza de su rostro en un lienzo para perdurar por siempre a mi nínfula que ha logrado adentrarse en mi corazón y llenarlo con amor. 

Nínfula ParisinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora