Nínfula Parisina

Tormentas de dolor

     Podía escuchar un ronroneo por parte de Booga cuando le fui acariciando su cabeza. Hasta que se quedó dormido y lo tuve que levantar con cuidado para irme al comedor a cenar con mi hijo; tener la compañía de Booga me hace recordar un poco a Marinette, he recibido un par de mensajes desde lo acontecido con mi hijo en el cine y ella estando en pijama, sé que está ocupada con la escuela y desea equilibrar su tiempo, también sé que su padre nunca supo en dónde estaba todo el día. Alya fue capaz de cubrir a Marinette, como ella se lo pidió.

«Mientras nunca se entere de que soy yo el amor de Marinette, seguirá siendo un secreto. Aunque ya existan personas que lo sepan, no me irán a separar de ella».

   Entré al comedor y vi como Adrien alzaba la mirada para dedicarme una pequeña sonrisa, la cual yo también se la devolví. Internamente, presiento que está buscando ganarse nuevamente mi confianza. Con la condición de que no vuelva a escapar nuevamente, lo haría y esperaba volver a tener su confianza.

   Al regresar a mi habitación, Booga se encontraba acurrucado en una de las almohadas de la cama. Cuando me vio, me lanzó unos maullidos y se bajó de la cama para acabar acariciando mis piernas con su cabecita.

—Eres una buena compañía, gatito —lancé un suspiro. —Si no fuera por Marinette, no estarías viviendo aquí.  

   Lo levanté y lo acaricié en su lomo, sintiendo un ronroneo de su parte.    

     Mientras salía del antro, fui hacia la habitación de mi hijo cuando Nathalie me avisó que le tocaba dentro de poco sus clases de piano.

  —Señor, hay algo que debo decirle — intentó decirme Nathalie, mientras yo subía por las escaleras.

   No le presté atención en cuanto ya tenía mi mano empujando la puerta de la habitación de Adrien.

—Hijo, no olvides que quiero ver como progresas en...

   En cuanto entré a la habitación de mi hijo, me quedé estático al ver a una joven de baja estatura, con cabello corto de color azabache, con ojos rasgados de color café.

—Padre, ella es mi nueva compañera de esgrima, de la que te hablé, Kagami Tsurugi —dijo mi hijo con un poco de nervios en su voz. Sabía que había cometido otra falta, no me gustaba que entrara nadie sin mi permiso, a menos que fueran sus compañeros de clase para hacer actividades grupales, tenía una cierta excepción.

   Observé como la joven se inclinaba un poco ante mí y yo no supe como responder ante el gesto por la impresión que me dejó. Ahora veo por que mi hijo había dicho sobre el temor de fijarme en ella: era casi idéntica a Marinette. Por el cabello, pensaba, casi la confundo, aunque, en estatura son realmente distintas y los colores de su ropa.

—Es un gusto conocerte. Señorita Tsurugi —le dije una vez que me salí del asombro.

—Es un honor estar en su hogar, señor Agreste. Gracias a su hijo, pude entrar a su escuela de esgrima, aunque a mi madre le cuesta asimilar que no entré ganando por mi cuenta, daré lo mejor de mí para darle orgullo a ella.

   Por su forma de hablar, pude notar que es una joven bien educada.

—La he invitado para acordar cuándo tendremos esa revancha que le prometí.  

—Entonces, los dejaré solos para que hablen. Tus clases de piano pueden esperar.

—Si he venido en un mal momento —se dispensó la joven Kagami. —Vendré en otra ocasión, no quiero interrumpir las responsabilidades de Adrien.