Delirio

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   Casi olvidaba a donde estábamos cuando la fui besando, y mis manos habían ido hasta su cintura atrayéndola más a mí. No podía parar de besarla, hasta que sentí que la cabina se movía y la apreté en mis brazos con algo de miedo por el impacto que me había causado el movimiento de la cabina de la noria que ya volvía a descender.

—Gabriel...no me dejas...respirar...

—Perdón.

   La solté enseguida, ella respiraba un poco agitada tratando de que sus pulmones volvieran a tener aire. Casi la asfixio, lo que me hace sentir un mal en mi interior; prometí nunca volver a lastimar a mi nínfula. Tanto era mi sentir que bajé la cabeza con el malestar que tenía.

—Casi te asfixio —le dije, ocultando mi cabeza sobre mis manos. —Cuando prometí que no iba a volverte a lastimar.

   Podía sentir como intentaba apartar las manos de mi rostro, seguramente, con la intención de poder mirarla a los ojos, pero yo no quise moverme.

—No fue intencional, no me lastimaste. Mírame.

    Levanté la cabeza para poder observar y allí, en cuanto tuve la cara libre de mis manos ella me dio un beso rápido antes de que tuviéramos que bajar debido a que la cabina ya estaba abajo.

   Estaba totalmente quieto y mudo por la acción de Marinette, si no fuera por que me estaba llevando como si fuera mi guía, ahora estaría pasando un momento de vergüenza en la cabina de la noria al no bajarme cuando me lo habían indicado.

   Una vez que estuvimos lejos, recuperé la razón y tomé de la mano a Marinette para poder llevarla de paseo por la feria. Mi nínfula, me has traído aquella alegría que había apagado hace años, hay partes de mí que están volviendo a resurgir gracia a ti. 

   Me siento un poco ambiguo al no poder reconocer que más podemos hacer, o si el día había acabado y eso significaba volver a nuestros hogares y separarnos de nuevo. Hasta que, algo me detuvo, observé una silueta de espaldas con cabellera rubia entre las multitudes, me quedé quieto, pensando en mi esposa y en mis recuerdos con ella.

   ¿Por qué no puedo simplemente dejarte ir por completo? Ahora que tengo a Marinette.

   Durante el paseo, Marinette observó las otras atracciones y algunas familias divirtiéndose juntas, podía ver como ella sonreía y la sonrisa se le iluminaba cuando fue mirando hacia mí.

—¿Aún piensas que no fue una cita?

   Estaba por responder, cuando vi un gran grupo de multitud, caminando en distintas direcciones. Era tan difícil caminar entre todos sin casi chocar con alguien.

—Marinette, no te separes de mí —pero no hubo respuesta —¿Marinette?

   Miré por ambos lados y ya no estaba, la había perdido; llamé por ella y escuché como me respondía a cierta distancia. Estaba junto a una carpa llena de espejos.

   Respiré aliviado de que nada le haya ocurrido, el pensar que pude haberla perdido; el dolor por separarme de ti cada vez se pone mayor, puedo sentir como me dolerá cuando tenga que irse a su casa, y más para esperar que volvamos a estar juntos. Me acerqué a ella y la cargué en mis brazos para besarla, a pesar de saber en donde estaba, no temía por mi perfecto disfraz. Nadie podría saber que soy un hombre de cuatro décadas besando a una joven de dieciocho.

—Podría hacerlo toda la noche —le comenté volviéndola a besar.

—Me provoca comer algo —me dijo cuando nos separamos del beso —¿Quieres comer? Yo invito.

Nínfula ParisinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora