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   Otro día y todavía no puedo creer todo lo que ocurrió ayer, besarme con Jughead, encontrar el coche de Jason, la fuga de Polly. Nos encontramos todos en la sala de descanso deliberando sobre el tema. Estoy sentada en medio del pelinegro y Betty en el gran sillón rojo de terciopelo. Es increíble como gracias a las donaciones de nuestros padres se pueden comprar muebles tan lindos. Aunque yo decoraría de otros colores, las paredes amarillo apagado no son lo mío.

—Mis padres no quieren involucrar a la policía —comenta la de la coleta fijando su mirada en Archie—. No quieren que se sepa que ella huyó ni nada sobre su "vergonzoso estado".


—Por favor, ¿en qué década estamos?  —pues, en la cual una chica desperdicia séis años de su vida odiándose por pensar que el chico que le gustaba no le correspondía cuando no era así, Ronnie.

   Aunque eso no va al caso, obviamente. Se me encuentra difícil no pensar en Jughead, menos cuando está a mi lado lanzándome miraditas. Quiero besarlo justo ahora y aquí, pero no debemos. Podemos, pero no debemos.

—Y como sabe dónde estaba el coche de Jason temen que la gente piense que ella lo quemó y que... —comienzo yo, entendiendo la coartada de los Cooper.

—Crean que está ocultando pruebas —me sigue el pelinegro. Oh, ¿ahora seremos de esos que terminan sus propias frases? ¡Me gusta mucho la idea, demasiado!

 Oh, ¿ahora seremos de esos que terminan sus propias frases? ¡Me gusta mucho la idea, demasiado!

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—¿Quién quemó el coche? —pregunta Arch.

—El sheriff Keller dice que quizás alguien nos seguía —informo, cabizbaja fijando mi vista en una pelusa de mi saco incapaz de mirar a alguien debido a la vergüenza muy ajena a mí. No suelo ser así—. Me siento culpable ya que era yo la que iba detrás. Debería haberme dado cuenta.

   Jug toma una de mis manos y la acaricia. Yo, agotada por todo, apoyo mi cabeza en su hombro cerrando mis ojos por un momento. Al abrirlos, veo las miradas acusatorias de los otros cuatro. Bueno, sí, creo que ha sido una muestra de afecto muuuy poco común entre nosotros dos.

—Dios mío. Sinceramente deberíamos pasar página, chicos —propone la descendiente de latinos con su café en la mano. Está apoyada en el brazo de uno de los sofás frente a nosotros.

—¿Y si Polly está mal de verdad? ¿Y si el que mató a Jason está detrás de ella ahora? —le doy unas palmaditas para que note que la estoy apoyando y ella me agradece con una sonrisita.

—Betty, aunque tus padres se nieguen, creo que deberías acudir a la policía —habla Archibald en tono sugerente. 


—Lo secundo, podemos decirle a mi padre que debe ser discreto —el pelinegro del gorro se toma el puente de la nariz al oír las palabras de nuestro homosexual amigo.

—Lo secundo, podemos decirle a mi padre que debe ser discreto —el pelinegro del gorro se toma el puente de la nariz al oír las palabras de nuestro homosexual amigo

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Daboia Russell |Jughead Jones|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora