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   Pasamos la noche en casa, luego que Betty y Sweet Pea se hayan ido. Oh, hace semanas que no dormía en mi cama. Ahora sí me siento como una adolescente normal. Observo a Juggie dormir apoyando su cabeza en uno de mis pechos y noto que ya está despierto porque me hace cosquillas con sus pestañas.

—Buenos días, cariño —lo saludo y él apoya duramente su mentón en mi seno haciéndome abrir los ojos rápidamente y levantar su rostro tratando de no ser brusca—

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—Buenos días, cariño —lo saludo y él apoya duramente su mentón en mi seno haciéndome abrir los ojos rápidamente y levantar su rostro tratando de no ser brusca—. No hagas eso, me ha dolido.

   Reímos bajito para no despertar a mis padres.

—Buenos días, hermosa —responde con voz ronca, poniéndose sobre mí completamente, acostando su cabeza entre mi cuello—. ¿He roncado mucho?

—Sabes que sí —informo—. Pero no me quejo, tú me amas por mis defectos y sé que los tengo.

   Miro hacia el techo a medida que acaricio su perfecto cabello del color del carbón.

—Yo ronco cuando duermo, tú babeas cuando duermes, eres mi media naranja, no hay mucho que explicar.

   Nos da la vuelta, colocándome sobre él.

   Nos da la vuelta, colocándome sobre él

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   Bueno, ha desvelado mi mayor secreto. Sí, es cierto que babeo dormida, pero no siempre, sólo cuando estoy sumida demasiado en el sueño. Levanta su rostro para verme a los ojos y sonreímos de forma muy boba. Tiene todos los cabellos alborotados y aún así es el chico más hermoso de todo el universo. Acaricia mi mejilla y yo enredo mis dedos entre su cabello. 

—¿Alguna vez te he dicho cuánto amo tus lunares? —confieso, besando cada uno de los que tiene en el rostro, cuello, hombros y cláviculas.

—Tú también tienes muchos —dice, mirándolos. Acerco mis labios hacia los de él para besarlo y corre la cara—. Mal aliento matutino, no me beses.

   Rechisto, tomo su barbilla, la giro para que me mire y estampo mis labios con los de él. Sin previo aviso dejo entrar mi lengua en su boca y no puedo evitar sonreír en medio del beso.

—Jughead, no me importa. No me niegues tus besos porque cuando me dicen que no, más me dan ganas de hacerlo —me levanto, comenzando a vestirme. Me quito la camiseta de pijama y me observo en el espejo con una ceja enarcada—. ¿Por qué mis senos son tan grandes? Siguen creciendo y no sé que haré, apenas puedo encontrar algún sostén de copa D que me quede bien.

Daboia Russell |Jughead Jones|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora