Daboia Russell |Jughead Jones|

C |68|

   Cuando ya la dejan en la habitación, nos quedamos esperando a que se despierte.

—No sabes cuánto temía que esto te pasara a ti —confiesa, fracasando en impedirme ver sus ojos comenzando a aguarse. Sus labios azules tiemblan, y se atreve a mirarme a los ojos—. ¿Por qué me dejaste? Estos tres meses me creí tu mentira de que no me amabas, pero, te conozco más que a nadie y lo noto en tus ojos, sé que sigues sintiendo lo mismo que antes, incluso más. Si no querías casarte...

—Nunca dije que no quería —lo corto de repente, sin quitarle la vista a sus dos gemas, notando la sorpresa al dilatarse levemente sus pupilas—. Dije que no podía —paso una mano por mi rostro, frunciendo el ceño ante la fina capa de aceite que queda en mi palma. Allí va mi tratamiento para el acné, suspiro cansada y continúo—. No podía atarte a mí. Piénsalo, en estos tres meses estuviste fuera de peligro, en cambio, llego yo y hace tan solo unas horas casi morimos. Mereces estar con alguien mejor, como Betty. Ya soy un caso perdido, terminaré la escuela, me iré lejos de Riverdale, me casaré con el primero que le atraiga, le daré dos hijos y me alejaré de mi adolescencia. Y de ti.

—Tú no puedes decidir a quién merezco y a quién no —frunce el ceño, bastante enojado, su mente convirtiéndose en un torbellino de pensamientos—. Ese es el problema, que dices estar rota, pero para mí eres perfecta, y continuarás siéndolo porque te sigo amando, nunca dejé de hacerlo.