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   —¿Qué tienen para decir? —Jughead, Toni y yo nos encontramos frente a un enojado Weatherbee. Todo causado por la pelea de los nuevos serpientes exs-gárgolas y las Dulces Venenosas.

—La pelea ya había empezado cuando llegamos, señor —intenta concientizar la pelirrosa, su ojo tiembla debido a un tic nervioso.

—La pelea ya había empezado cuando llegamos, señor —intenta concientizar la pelirrosa, su ojo tiembla debido a un tic nervioso

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—Queríamos detener la pelea —Juggie mueve sus brazos con las manos en los bolsillos de la chaqueta de jean. Al parecer, está muy apachorrado como para quitarlas de ahí.

—Yo estaba sentada en mi clase de lógica —excuso encogiéndome de hombros. Las proposiciones categóricas están consumiendo todo de mí—. Pregúntele al profesor Bonner si así lo prefiere.

—Ustedes tres son los líderes de sus respectivas bandas, pero lo que ha ocurrido hoy será el último incidente de bandas de esta escuela —su ceño fruncido me recuerda a cuando nos llevábamos mal. Quizás nunca nos llevamos bien y todo este tiempo me equivoqué—. Robaron el laboratorio de química anoche.

—¿Alguien robó el laboratorio? —mi futuro esposo está anonadado, aunque a mí no me sorprende, mucho menos si fueron los gárgolas, quiero decir, nuevos serpientes. Dios, aborrezco que estén en mí banda por una decisión de mi suegra.

—Faltan miles de dólares en equipos que podría ser usado para cocinar droga —bueno, creo que se grabará una temporada de Breaking Bad aquí en Riverdale.

—Los Serpientes no cocinan ni consumen drogas, mucho menos roban desde que estoy al mando y lo sabe, director —revelo soltando un gran suspiro. Creo que se lo he repetido un centenar de veces. 

—Ni las Dulce Veneno —afirma Topaz, observando las marcas ahora verdes y amarillas en mi mentón, moretón hecho porque Cheryl se enojó conmigo.

   Llevo maquillándolo toda la semana, pero hoy lo olvidé porque Jug se quedó a dormir en casa y bueno, nos quedamos hasta tarde en la cama.

   No me di cuenta lo tranquila que estaba hasta que Weatherbee se levantó de su asiento para amenazarnos.

—Un error más... ¡Un error más! —grita, provocando que dé un salto y cierre mis ojos ante el susto—, y habrán acabado en mi instituto.

   Comienzo a sudar en frío, respiraciones erráticas, el corazón por salirse de mi pecho. Ha hecho que mi ansiedad se incremente en menos de un minuto.

   Ni siquiera respondo, porque me doy la vuelta y camino hecha una tromba hacia las canchas de fútbol. Limpio las rebeldes lágrimas que se me escapan.

   Se supone que tiene que dar el ejemplo de una persona mayor, no gritarnos como si fuera nuestros padres. ¡Ni siquiera mis propios progenitores me gritan así!

   Estoy por seguir hasta la cafetería cuando una mano en mi muñeca me detiene. Me volteo sorbiéndome la nariz, imaginando que es mi novio, sorprendiéndome al encontrarme con Toni.

Daboia Russell |Jughead Jones|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora