Celaya, oeste de Santiago de Querétaro, Estado de México.
Jack estaba cansado de escuchar lo mismo cada vez que se encontraba con sus tíos; todo el tiempo la misma plática sobre su futuro, cómo lo mejor era casarse con una mujer de familia noble y rica como la suya y así poder tener algo porqué vivir. Tener que cumplir con su obligación y traer descendencia a su familia. ¿Y su opinión no contaba?
Suspiró sintiendo su frustración de siempre, cuando esa situación pasaba, solía ir a los establos, subía a su caballo y cabalgaba hasta llegar a un pequeño río unos kilómetros alejado de la mansión, a la orilla estaba un roble al que le gustaba ir a relajarse, en especial cuando sentía que su vida se iba por el caño, lo cual en esa semana le pasaba muy seguido, si no encontraba una manera de hacer entender a sus tíos que se casaría cuando estuviera listo, terminaría odiándolos.
A veces creía que ellos lo querían obligar a casarse no importándoles lo que él quisiera, como si su insistencia tuviera otras intenciones, como si quisieran deshacerse de él. Sacudió su cabeza ante esa idea tan ridícula, ellos lo querían mucho, habían cuidado de él desde que sus padres murieron en un accidente de auto dieciocho años atrás, se habían convertido en sus tutores y su única familia.
Los amaba, eso no estaba a discusión, aunque tenía que admitir que en momentos como ese deseaba no tenerlos cerca. Le desesperaba tanto su insistencia por conseguirle una esposa que estaba considerando seriamente el buscarse una chica y presentarla como su novia para ver si así lo dejaban tranquilo, y eso no representaba un problema, las mujeres siempre lo admiraban, su rostro era por demás hermoso, era alto, cabellos rubios, sus ojos de un verde grisáceo, que era herencia de su familia, un cuerpo por el que matarían algunas, una inteligencia sobresaliente, y agregando lo último, tenía más dinero del que podía necesitar.
Además, ya no estaba en edad de que le buscaran una mujer: ¡Tenía veintiocho años por todos los cielos! Era un adulto maduro y responsable. Demasiado maduro —recordó que su tío Alejandro le había dicho una vez. Que a las chicas les gustaban los hombres jóvenes, y que a la edad que tenía sería muy difícil que encontrara una mujer que no lo quisiera por su dinero.
De nuevo suspiró, ese comentario hería su ego, pero lo dejo pasar. Se estiró en el césped y miró al cielo, ese lugar siempre le hacía recuperar el buen humor, recordaba esos años en los que su padre le regaló a su caballo, los días en los que solían montar juntos, las veces en que hacían carreras hasta ese árbol. Los extrañaba mucho, pero ya no podían regresar.
Sonrió sintiendo nostalgia, se puso de pie y fue hacia su caballo que tomaba agua, no ganaría nada deprimiéndose, subió a este y regresó a su hogar. Le gustaba la velocidad y su caballo era el más rápido del establo, sentía el aire frío golpear su rostro y olvidó sus preocupaciones. Esa era una vida que no quería perder. Si algún día decidía casarse, sería con una mujer que disfrutara lo mismo que él.
Dejó a su caballo Black en el establo, le quitó la silla, cepilló su cabello y le dio un poco de heno y avena. Cerró la puerta y caminó a su casa. Llegando al jardín vio a sus tíos, los gemelos Alejandro y Thomas Bailey, tan parecidos en el exterior que era casi imposible identificarlos, aunque para él ya era fácil. Ya que aunque la mayoría no lo supiera, esos dos eran muy diferentes.
—Jack, al fin apareces —dijo su tío a lo lejos— Sabes que no nos gusta que te desaparezcas así.
Miró a su tío Alejandro, era rubio, alto, muy apuesto, de unos cuarenta años —aunque no los aparentaba—, sus ojos de un verde grisáceo igual a los suyos, le sonreía, y sobre su boca una espesa barba rubia. Su mirada era amable, era casi un padre para él.
—Solo fui a montar con Black —respondió estando frente a ellos— Necesitaba pensar.
— ¿Pensar? —Escuchó que su otro tío decía, su tono era de burla— Espero que sea en la mujer que quieres por esposa.
Jack miró a su otro tío, a pesar de compartir los mismos rasgos que Alejandro, su mirada era fría, intimidante, nunca se dirigía a él con una sonrisa, o lo trataba con amabilidad. Y siendo francos nunca se sentía cómodo hablando con Thomas.
—Lo que el insensible trata de decir, Jack —miró a su hermano con una mueca— Es que queremos verte feliz. Si nos mostramos algo insistentes es porque nos interesa tu futuro.
—Soy feliz, me gusta la vida que tengo—aclaró.
—Solo deja de actuar como un mocoso inmaduro y consigue una esposa —Thomas perdía la paciencia, fumaba un puro con el ceño fruncido.
—Ya no eres un niño, Jack —Alejandro palpó su hombro— ¿No has pensado en lo que quieres hacer con tu vida?
—Tienen razón, no soy un niño —aceptó— Les estoy muy agradecido por haberme cuidado todos estos años, pero es mi vida y yo decidiré si quiero casarme, no ustedes.
Sonrió a sus tíos y caminó rumbo a la casa. Alejandro suspiró, miró a su hermano que tiraba el puro al suelo. Lucía enojado.
— ¡Detente mocoso! —exclamó Thomas, estaba molesto.
Jack no obedeció, alzó su mano diciendo adiós y entró por la puerta trasera.
—Me tiene harto... —susurró peinando su cabello hacía atrás.
—No puedes obligar a alguien a casarse —intentó convencerlo.
—Tonterías, claro que se puede —lo miró como si fuera la persona más idiota del planeta— Y ahora veo que no nos deja otra opción.
Alejandro apretó los labios, no quería recurrir a ese método, pero Jack no ayudaba mucho.
—Está bien, hazlo —acarició su mentón— Pero la escogeremos ambos, no confío en tu gusto.
—Bien —sacó su celular— Es la única forma en que podremos quedarnos con el dinero.
—Lo sé... —susurró Alejandro. Solo esperaba que todo saliera bien.
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Tráfico
Jugendliteratur"- ¿Por qué te enojas? -su respuesta fue tenue pero firme. - ¡Porque no comprendo cómo puedes tomar todo con tan exagerada tranquilidad! - ¿Debo estallar en gritos y sonar histérica para que me consideres cuerda? -lo miró frunciendo el ceño. -Lo...